“Uno no debería quedarse callado”

Mónica Mancero pasó más de un año en varias “Clínicas de rehabilitación” ecuatorianas. Ahora la actriz ha hecho una película sobre sus experiencias. Es una denuncia al gobierno, a la policía, a los psicólogos, a los psiquiatras y a los médicos.

 

28 de agosto 2019, Quito, Ecuador. – Desde el 2008 viene trabajando. Ahora, luego de once años desde el primer manuscrito “AzulesTurquesas” está lista: la primera película de la Ecuatoriana Mónica Mancero (38). El largo proceso se debe, entre otras cosas, al hecho que ella no es directora sino actriz. Además escribió y filmó la obra sin ayuda financiera. “Ni siquiera he podido pagar al equipo y a los actores”, cuenta Mónica Mancero durante la entrevista. L@s que colaboraron gratuitamente con “AzulesTurquesas” están convencidos de la importancia del proyecto en sí: l@s casi cuarenta sonidist@s, camarógraf@s, editores, l@s maquillad@res y los diseñadores de vestuario, tanto como l@s más de cincuenta actores que también desistieron de sus honorarios.

Además, Mónica Mancero no sólo escribió y filmó, sino que también desempeñó el papel principal: una chica de 28 años que en algún momento perdió el hilo y, debido a los excesos de alcohol y otras drogas, fue internada por su familia en una “Clínica de rehabilitación”. Una de estas alrededor de 200 “Clínicas” del Ecuador, que muchas veces fueron abiertas por ex drogadictos y que utilizan métodos de humillación y de tortura: hechos, que han sido reprendidos por su brutalidad, incluso a nivel internacional.

 

El espejo de la sociedad ecuatoriana

Mónica Mancero, que fue “tratada” en varias de esas “Clínicas” en 2007, quiso encontrar respuestas a esta situación. Pero lo que encontró durante sus investigaciones y conversaciones con otros internad@s fueron estructuras lejanas a un sistema de salud y más cerca de las interdependencias de una mafia. “Todos aquellos son cómplices”, dice Mancero.

El 27 de Septiembre “AzulesTurquesas” se estrena en los cines de Quito, Guayaquil y Cuenca. La película no sólo refleja los métodos extremadamente brutales utilizados en las “Clínicas”, sino también arroja luz sobre la sociedad ecuatoriana: una sociedad impregnada de las creencias de la Iglesia Católica que antes de
denunciar prefiere mantenerse en silencio.

* * *

 

Acerca de la desesperación de la familia y
la tortura en las clínicas

 

Mónica Mancero, tu película se llama “AzulesTurquesas”. ¿Por qué pusiste dos colores como título de la película?

Cuando salí de toda esa experiencia dolorosa en las clínicas mi hermana me entregó una canción: Azules Turquesas del músico argentino Lisandro Aristimuño. Tanto ella como yo sentíamos que la letra reflejaba momentos que habíamos vivido en esas épocas. La canción cuenta algunas cosas de lo que sentíamos en ese entonces.

 

¿Qué dice la letra?

Tienes que escuchar la canción. Hay una parte que dice: No sabré explicar que amarte es esto.
Es muy simbólico, porque fue mi hermana la que tuvo que internarme.

 

¿Tú hermana?

Si, con mi familia. Ellos decidieron internarme.

 

¿Por qué?

Por desesperación, no sabían qué hacer conmigo. Me veían mal, necesitaban hacer algo y en su investigación les recomendaron una de estas clínicas. Yo en ese momento consumía drogas de todo tipo. Pero más que consumir, había haber perdido el control del consumo. Yo estuve con una depresión clínica fuerte y luego me dio una euforia muy grande. Y en esta euforia, pues, probé todo. Mi familia se desesperó porque realmente me veían fuera de control.

 

En total estuviste un año en diferentes Clínicas. ¿Viviste episodios que te marcaron?

Si, muchos. No solo lo que me pasó a mí sino todo lo que vi, lo que investigué y las historias de la gente que conocí. Que en las Clínicas tratan de “deshomosexualizar” a las personas es unas de las cosas más ridículas que he escuchado en mi vida. Hablamos de métodos que están a punto de violaciones y otras formas de tortura. Otro castigo es dormir esposada.

 

Se supone que hay personas capacitadas en estas Clínicas, psiquiatras y psicólogas.

Puede ser en algunas, pero en la mayoría no. Sus métodos se basan en la violencia física y emocional y cuando yo les indiqué lo que estaba pasando, no hicieron nada. Ellos son cómplices y parte de la tortura. Además dentro de estos Centros de Rehabilitación, como lo llaman, hay menores de edad. Cuando yo estuve había un chico de 13 años. Hay mujeres lesbianas y hombres gays que solamente están ahí por su orientación sexual. Están forzados por sus familias y contra su voluntad. Eso está prohibido. Según el artículo 364 de la constitución no te pueden meter contra tu voluntad en un lugar así, incluso si estas con drogas.

 

Acerca de Dios, la Biblia y
conversaciones con los torturadores

 

Durante tu investigación para la película también buscaste hablar con los responsables de las Clínicas. ¿Por qué te pareció importante hablar con ellos?

Cuando salí del Centro pasó un tiempo, durante el cual me obsesioné con poder hablar con uno de ellos. Quería entender a estas personas. Sé que son personas perturbadas y no lo voy a negar: han hecho mucho daño. Pero también tratar de entender el por qué, o sea, ver más allá.

 

¿Por qué quieres entender a los que te han torturado?

Tal vez es una forma de poder perdonar. ¿Qué les ha pasado en su vida, para ser las personas que son? Quizás es como un consuelo mío o el intento de justificar tanta maldad.

 

¿Y los encontraste?

Por casualidad conocí una persona que tenía un Centro. Se podría decir que no era torturador en el sentido convencional pero estaba a favor de las capturas a los pacientes en contra de su voluntad. Tampoco dejaba que las familias vean a los internos por lo menos en tres meses. Igual, el internar a una persona en contra de su voluntad es agresión y meterle una religión sin respetar la religión de sus pacientes también. Por eso pienso que, de cierta forma, sí es tortura pero no tan fuerte como las que vi, viví y leí de otros Centros. Él pensaba que lo que era correcto para él sería bueno para todos los demás.

 


“Las terapias espirituales son cristianas y nunca te preguntan si sos budista o ateo. Está la Biblia, la música cristiana y te lavan la cabeza. “


 

¿No había incentivo del pensamiento propio del paciente?

Para nada. Siempre te meten dos cosas a fondo: o la religión cristiana o el hecho de que si vuelves a consumir algo por mínimo que sea te dará una sobredosis y te llevará a la muerte. Para mí eso no es rehabilitación. Rehabilitación es cuando vos tenes el control sobre ti mismo. Primero tienes que saber quién eres y no que alguien te lo tenga que decir. Tú debes saber hasta donde te hace bien y cuando llegas a tu límite. Si no son imposiciones.

 

Hablando de imposiciones: ¿Qué rol jugaba la religión cristiana dentro de las Clínicas?

Las terapias espirituales son cristianas y nunca te preguntan si sos budista o ateo. Está la Biblia, la música cristiana y te lavan la cabeza. Muchas veces las personas que salen de las clínicas hablan de la Biblia y de Dios, pero no están convencidos, sino porque lo repiten como robots. ¿Qué clase de recuperación es esa?

 

¿Tú no fuiste robot?

Si claro, yo fui también un robot. Cuando entré a la Clínica fui muy vulnerable y en un momento creía que la Biblia y la religión me salvarían.

 

¿Y cómo saliste de este condicionamiento?

Me reencontré con mí ser. Y mi ser no es ser un robot y escuchar reglas y repetirlas sin entenderlas. Cuando entendí eso, dije: ¿¡Qué estoy haciendo!?

 

¿Te ayudó alguien?

Primero es la fuerza de uno. Pienso que todas las personas la tenemos. Es como la luz con la cual nacimos. Tienes que volver a creer en todo lo que tú eres y no en lo que te dijeron que eras. Además, después de haber buscado mucho, mucho tiempo, me ayudó una terapeuta para encontrarme conmigo misma. Fue un proceso largo, porque el humano tiene muchas facetas, pero de a poco uno se va conociendo.

Acerca de miedos, drogas y
otras dependencias 

 

¿Ibas entendiendo lo que te pasó en aquella época?

Sí. Y pienso que todas las personas somos adictas.

 

¿Adictos a qué?

A todo: a la Coca-Cola, al sexo, al teléfono, a lo que sea. Hay personas que se les puede despertar más fácilmente una adicción. Lo importante es reconocerse y saber cuáles son tus vacíos. ¿Qué es lo que te lleva a querer llenarlos con otras cosas? ¿Por qué necesitas tomar para estar feliz o drogarte para no sentir? Siento que no nos conocemos nosotros mismos como seres humanos, pero claro, a nadie le gusta enfrentar sus defectos y demonios. Tenemos miedo a nosotros mismos: a ver nuestros miedos, temores, errores, nuestros vacíos, dolores de infancia, adolescencia, etcétera.

 

Acerca de la confianza, las conversaciones
y tabúes familiares

 

Cuando saliste de las Clínicas, ¿fuiste recibida con comprensión?

No. Pero hay que entender también qué es lo que los psicólogos, entre comillas, le meten a la cabeza a las familias. Para ellos somos personas ingobernables, loquitos, mentirosos, manipuladoras. Es muy difícil que tu familia vuelva a creer en ti y que no te vean como alguien manipulador luego de tu época en la que realmente si lo eras por el consumo.

 

¿Cómo recuperaste la confianza con ellos? Porque fue tu familia quienes te han metido en la Clínica.

Demoré más tiempo que con mis amigos. Primero tenemos que entender que me metieron por amor y no por maldad. Ellos fueron engañados por las Clínicas y apenas se enteraron de todo lo que yo estaba pasando, me sacaron. No pensaron que eso me lo merecía. Fue su desesperación y yo entiendo eso. (Pausa) Después, recuperar la confianza es un proceso de saber que no te volverán a internar. También hay que conversar, porque siento que estos temas nunca se conversan. Simplemente pasan, todo el mundo se hace el loco y después es como si nunca hubiese pasado.

 

¿Te refieres a tu familia?

Sí. Hay que cogerles, hablarles y decir: Mira
me pasó esto y me sentía así. ¿Tu cómo te sentiste?
Eso es lo normal, ¿no?

 

Se supone…

Es que se vuelve un tabú por lo doloroso que ha sido. Ahí la familia dice, mejor no hablar y olvidarse, dar vuelta la página y seguir. Pero llega el momento que siempre te va a tocar afrontar las cosas.

 

¿Cómo lo afrontó tu familia?
Con mucho dolor y sentimientos de culpa. Somos cuatro hermanos y mis padres, y cada uno ha tenido distintos procesos: de sanación, de conversar, de entendimiento.

 

Acerca de Ecuador, complicidad dentro
de las Clínicas y la policía

 

Para vos es muy importante poder contar lo que ha pasado. Por eso también hiciste la película. ¿Lo ves como una forma de sanación?

De sanación sí, pero también de denuncia: una denuncia al sistema, al gobierno, a los Centros de Rehabilitación, a los psiquiátricos, a los doctores, a los psicólogos. Quiero que lo que pasó a mí no le
pase a otras personas.

 

Estamos viviendo en el siglo XXI y se supone que Clínicas como las que hay en el Ecuador ya no deberían existir. ¿Qué nos dice su existencia sobre el país?

Lamento decirlo, pero para mí Ecuador es un país que me ha llenado de frustraciones: en la medicina, en los gobiernos, en la inseguridad. No me siento respaldada en ningún sentido por Ecuador. Salgo a la calle y me da miedo que me secuestren. Tengo que estar en constante contacto a través del teléfono. Mientras no hacen nada con tantas personas desaparecidas y tanta trata de personas no me sorprende que no pase nada con estas Clínicas. Y mientras la policía y el gobierno están involucrados en esto, no va a pasar nada.

 

¿A esta conclusión llegaste durante tus investigaciones?

Todos sabemos que las autoridades están metidas en esto…

 

¿En lo de las Clínicas?

En todo: en la trata, en las Clínicas, en las desapariciones, en el narcotráfico. Y no solo la policía sino el Estado en sí. Todos son cómplices. Mientras el Estado sea cómplice y seguimos teniendo gente en el poder que no está preparada, van a seguir pasando estas cosas. Más aún porque en Ecuador no tenemos justicia.

 

¿En qué sentido?

Hay casos de desaparecidos que van cinco años, siete años y las familias denunciaron las irregularidades de parte de las autoridades. Sin embargo no pasa nada. ¿Cuántos Centros de Rehabilitación existen? ¿Cuántas denuncias hay? ¿Y cuánta gente ha sido amenazada de muerte por contar lo vivido en las Clínicas?

 

“Somos un país súper-machista por eso hay tanto femicidio, violaciones, desapariciones. Entonces toca salir a la calle, denunciar y ser activista.”

 

¿Amenazados por quién?

Por la misma gente de las Clínicas. Ellos antes estaban metidos en drogas. Se rehabilitan, salen y abren un centro propio. Aplican la misma metodología que ellos recibieron a otros pacientes. Hay psiquiatras y psicólogos, pero son cómplices de la tortura. ¿Cómo vas a hablar de un profesional, sí es cómplice de la tortura?

 

Después de tu estadía en las Clínicas te podías haber ido del Ecuador. Sin embargo te quedaste, investigaste, escribiste e hiciste una película sobre el tema. ¿Por qué?

Si yo me quedaría con todo eso adentro, sería cómplice y me envenenaría. Para no ser cómplice hay que decir lo que pasa en estas Clínicas. Si alguien fue robado también deberíamos intentar ayudar, denunciar. Después de haber visto torturas y conociendo gente con historias muy injustas, siento que es mi deber hablar de eso.

 

Acerca del machismo, autoridad y
el sentimiento latente de inseguridad

 

Te vas exponiendo frente a un sistema oscuro dentro de la sociedad ecuatoriana. ¿Te sentís insegura?

Acá en Ecuador sí.

 

¿Por tu historia, la película o por ser mujer?

Por todo, somos un país súper-machista por eso hay tanto femicidio, violaciones, desapariciones. Hasta ahora no he recibido ninguna amenaza y espero que así siga siendo. Pero está claro que quien habla de este tema está hablando de la mafia. La mentalidad de la mayoría de hombres y mujeres en el Ecuador es, Ah bueno, si la violaron, es porque ella lo provocó, ¿cómo se va a vestir así? Así se justifican violaciones. Entonces toca salir a la calle, denunciar y ser activista.

 

¿Sino nos hacemos cómplices?

¡Claro! Uno no debería quedarse callado. Hay que decir lo que se piensa y cuestionar todo el tiempo. Lo que pasa es que aquí no nos han enseñado eso. La autoridad es la autoridad y basta. Pero, ¿por qué es autoridad? ¿Quién es para ser autoridad? ¿Y si es autoridad, está haciendo bien las cosas?

 

Texto: Romano Paganini

Foto principal: De actriz a directora: Mónica Mancero, de Quito, en el set de la película “AzulesTurquesas”, en donde cuenta su propia historia. Todas las imágenes de este texto nos fueron proporcionadas por el servicio de prensa del equipo de filmación.