A pesar de que América Latina posee las mayores reservas del mundo millones de personas no tienen acceso a agua limpia. Una razón clave de esta situación: el uso del agua en las industrias extractivas.
Quito. – Mientras la “Marcha por el Agua y la Vida” llegaba al Parlamento ecuatoriano en Quito, las
Mujeres Amazónicas a pocas cuadras ocupaban el Ministerio de Hidrocarburos desde hacía más de 24 horas. Ambos grupos, a mediados de noviembre, se habían acercado a las instituciones estatales con la misma preocupación: la protección del agua. Entretanto, los manifestantes reclamaban la prohibición de la minería – una industria que consume y contamina mucha agua – las
Mujeres Amazónicas exigían que no se perforaran más pozos petroleros en su hábitat, la selva tropical. No saldrían del edificio hasta que fueran recibidas por el ministro.
El ministro mismo, Carlos Pérez, confirmó a fines de octubre que van a licitar dos bloques petroleros nuevos en la Amazonia, incluso en la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Yasuní. Esto desencadenó la protesta. “Ya nos estamos envenenando con agua contaminada y por lo tanto estamos luchando contra varios tipos de cáncer”, manifestó unas de las mujeres. “Y ahora la industria quiere seguir expandiéndose. No podemos dejar que eso suceda”.
De hecho, durante casi tres décadas la petrolera italiana Agip, con sede en Milán, ha estado operando en la región. Por las perforaciones y la explotación del crudo se han contaminado varios arroyos y ríos, aguas de las que dependen las mujeres y sus familias. “¿A dónde debemos ir?”, pregunta una de las manifestantes, “no podemos ir a las ciudades, no son nuestro medio”.
Argentina: asesinato de un activista y de un indígena
En realidad es un absurdo: aunque América Latina tiene las mayores reservas de agua dulce del mundo, según estimaciones de la ONU, casi 150 millones de habitantes no tienen acceso a ella.
El conflicto por el agua y la tierra – elementos básicos para una vida en libertad – está hirviendo en muchos lugares del continente y afecta principalmente a los territorios de los pueblos indígenas y de los campesinos. En la Patagonia, por ejemplo, la población se defiende desde hace varios años contra la construcción de minas y centrales hidroeléctricas. A menudo los que se oponen terminan muertos. En la provincia de Chubut (Argentina) en el 2017 el activista Santiago Maldonado (28)
desapareció durante varias semanas tras una intervención de la gendarmería. Luego su cuerpo apareció en un río. Sólo unas semanas después fue asesinado Rafael Nahuel (22). El joven Mapuche se había resistido al desalojo de su comunidad y fue asesinado por un disparo en la espalda por un integrante de la Prefectura Naval.
Maldonado y Nahuel son víctimas de intereses múltiples en la región. Se trata de materias primas como la madera o minerales, pero sobre todo del acceso a tierras que son geopolíticamente importantes. Contienen un gran potencial para la producción de energías renovables. Y, por supuesto, el agua también juega un papel central en la Patagonia. Agua para la construcción y producción de diferentes industrias, agua para la venta a los ciudadanos.
Rejas y policías: el Ministerio de Hidrocarburos en Quito, mitad de Noviembre 2018. Adentro están esperando una docena de manifestantes para que el Ministro Carlos Pérez los reciba. Foto: mutantia.ch
En las ciudades de América Latina, que a menudo se arreglan sólo con plantas de tratamiento de agua inadecuadas, los habitantes se han acostumbrado desde hace mucho tiempo a depender de la industria. También en lo que se refiere al agua potable. En Ecuador poca gente cuestiona que un litro de agua potable embotellada tenga casi el mismo precio que el litro de gasolina.
Uno de los desencadenantes de esta situación fue la Conferencia Internacional sobre el Agua celebrada en Dublín, Irlanda, en 1992, en la que se afirmó que el agua tiene un valor financiero y que el acceso a ella tiene un precio: “La ignorancia, en el pasado, del valor económico del agua ha conducido al derroche y a la utilización de este recurso con efectos perjudiciales para el medio ambiente. La gestión del agua, en su condición de bien económico, es un medio importante para conseguir un aprovechamiento eficaz y equitativo y para favorecer la conservación y protección de los recursos hídricos”.
Al principio eso suena razonable. ¿Quién se opone al derroche de agua y a la protección del medio ambiente? Sin embargo, se ignoró el hecho de que la venta de un bien común no sólo se legitimaba sino que también se promovía. El argumento de la protección del medio ambiente se utilizó, sin más, para limpiarle la cara a la privatización, que ha sido objeto de negociaciones en el
Consejo Mundial del Agua (Worldwater Council) desde 1996.
“El país debe satisfacer ciertas necesidades. Pero, ¿puede hacerlo con el ecoturismo, como ustedes proponen?”
Carlos Pérez, Ministro de Hidrocarburos durante el encuentro con las Mujeres Amazónicas
Esta organización, con sede en Marsella, Francia, tiene como objetivo “aumentar la concientización (…) sobre las cuestiones relacionadas con el agua; realizar esfuerzos para posicionar el tema del agua en lo más alto de la agenda política mundial, así como en formular políticas a nivel mundial para ayudar a las autoridades a desarrollar y gestionar los recursos hídricos y alentar el uso eficiente del agua”.
Eso también suena razonable al principio. Pero, ¿quién exactamente está en este consejo y representa qué intereses? Además de varios bancos, ONG’s y gobiernos (de América Latina están
Brasil, México y Perú) la organización cuenta con un gran número de empresas constructoras y
petroleras como Shell y Petrobras. Sumadas a ellas, están también grandes empresas como
Suez Environnement y el
Grupo Veolia, que se ganan la vida comprando y vendiendo agua. Estos últimos proceden de Francia y se encuentran entre los principales actores mundiales en el comercio privado del agua.
El negocio con el agua
El ejemplo de
Suez Environnement – una empresa que tiene varias filiales en todo el mundo – ilustra el negocio del agua en pocas palabras.
Suez se dedica, entre otras cosas, al tratamiento de aguas servidas y a la distribución de agua potable. La multinacional
anunció a finales de octubre su intención de expandirse a países como Colombia, Brasil, México, Costa Rica y, por primera vez, Ecuador. Al mismo tiempo, la empresa con sede en París, participa en diversos proyectos de represas y suministra a las industrias petrolífera, agrícola y farmacéutica, los conocimientos y equipos necesarios para el uso y tratamiento del agua. A medio plazo,
Suez aspira a convertirse en
el mayor productor privado de energía de América Latina.
Por lo tanto, la empresa no sólo se beneficia de la falta o del deterioro del suministro de agua potable, cuya construcción y mantenimiento en realidad es responsabilidad del Estado, sino también de la explotación de industrias intensivas con el uso del agua y de la venta de energía procedente de centrales, cuyo elemento central, el agua, hace tiempo que ha dejado de ser un bien público. En otras palabras,
Suez es uno de los grandes beneficiarios de la privatización del agua.
El silencio del ministro
Este desarrollo es poco cuestionado en América Latina. Y si aparecen críticas, a lo sumo vienen de intelectuales de la izquierda o de los afectados en el territorio mismo, en su mayoría indígenas y campesinos que dependen de tener agua de buena calidad para vivir. Obviamente que la privatización también afecta a la mayoría de los ciudadanos que viven en las ciudades y sus urbanizaciones. Pero ellos, o están luchando por la supervivencia diaria, o siguen creyendo en el bienestar material a través del crecimiento económico, la industrialización (y la digitalización) y la menor regulación posible de la industria. La expulsión de los pueblos indígenas y campesinos de su hábitat es tan aceptada como el envenenamiento del aire, el suelo y el agua (industria petrolera, minera, agrícola) y la pérdida de biodiversidad.
En ese contexto encajan las palabras de Carlos Pérez, quien en el segundo día de la ocupación de su ministerio en Quito, poco antes de la medianoche tuvo una conversación personal con las
Mujeres Amazónicas. “Tenemos nuestro corazoncito y defendemos el medio ambiente y a las comunidades indígenas”,
dijo el ministro frente a las cámaras, “con eso estoy de acuerdo. Pero el país debe satisfacer ciertas necesidades. Pero, ¿puede hacerlo con el ecoturismo, como ustedes proponen?” A la pregunta de que si las necesidades de los indígenas no forman parte del Ecuador, Pérez no supo que responder.
En comparación con su antecesor Rafael Correa, el gobierno de Lenin Moreno se muestra dispuesto a conversar con la sociedad civil. Sin embargo, si se cuestiona el modelo económico que se basa en la explotación de materia prima, el diálogo como el que se dio con Pérez, equivale a lo que las
Mujeres Amazónicas consideran una farsa.
Además, el nombramiento de Marcelo Mata Guerrero como nuevo Ministro de ambiente – el tercero desde agosto – fomenta la estrategia extractivista del Estado Ecuatoriano.
Mata trabajó antes como responsable de Ambiente de la petrolera española Repsol.
Dispuestas a morir para proteger la Amazonia: representantes de las Mujeres Amazónicas durante una rueda de prensa, dos días después del encuentro con el Ministro Pérez, mitad de Noviembre 2018 en Quito. (mutantia.ch)
Así que el conflicto por el agua continuará. Y es probable que si no cambiamos nuestras ideas sobre la forma de explotación de las materias primas y su relación con el estilo de vida consumista, la crisis se agudizará aún más. No sólo en América Latina.
Las
Mujeres Amazónicas están de vuelta en sus territorios en la Amazonia. Pero antes de salir de la capital ecuatoriana, dieron una conferencia de prensa, en la calle, a unos pocos periodistas presentes. Mencionaron su viaje a Quito en marzo del presente año y las demandas que ya habían hecho al Ministro Pérez y al Presidente Lenin Moreno. Uno de los puntos centrales se refiere a la prohibición de la explotación petrolera en el Bloque 28. En esta área se originan varias fuentes de agua. Si éstas fueran contaminadas, la supervivencia de naciones y pueblos enteros podría estar en peligro. “Protegemos la selva no sólo para los indios,” dijo una de las mujeres, “sino para toda la humanidad y las generaciones que vienen después de nosotros”.
La decepción, pero sobre todo la ira de las mujeres por la falta de comprensión del Ministro, fue muy palpable. No dejaron ninguna duda de que no liberarían su territorio sin luchar. Una de las mujeres advirtió: “Si una persona trata de continuar con la explotación petrolera en nuestro territorio, vamos a secuestrarla y tirarla a las lagunas con pirañas”.
PD: Una representante de las
Mujeres Amazónicas se encuentra actualmente en un recorrido por Italia. En un tóxic tour, por los lugares contaminados en el país europeo, comparte las luchas con vecinos afectados por la empresa Agip.
Autor: Romano Paganini
Foto principal: “Si es necesario cortamos árboles para que la industria petrolera no pueda ingresar más a la Amazonia”: Dibujo facial de una mujer que vive en la Amazonia Ecuatoriana.
(Marizu Robledo)