Derechos de la Naturaleza, Derechos de la naturaleza & humanos, Ecuador, Transición y Permacultura
Buen Vivir, desconfianza, Estados fracasados
La Constitución ecuatoriana ha estado precedida por años, si no décadas, de discusiones y luchas especialmente por parte de las comunidades indígenas. Se trataba de sus territorios y su agua, pero sobre todo de la autodeterminación. Si bien la nueva Constitución ha recibido la aprobación internacional y el presidente de la Asamblea Constituyente del 2008, Alberto Acosta, ha sido invitado a conferencias y debates alrededor del planeta, también ha despertado desconfianza entre los pueblos indígenas. Después de todo, las 136 páginas reivindicaron aspectos de su cosmovisión -como el Sumak Kawsay (Buen Vivir)- que han madurado a lo largo de los siglos y son diametralmente opuestos al modelo dominante del Estado y el mercado de Occidente, que se basa en la explotación de la naturaleza, el crecimiento económico y el bienestar material.
En un ensayo escrito por el décimo aniversario de la Constitución, el economista Acosta lo resumió así: “El no comprender ni asumir las verdaderas raíces de Latinoamérica ha llevado a crear Estados (casi) fallidos o Naciones en ciernes permanente. La propia inviabilidad histórica de estos Estados nacionales se explica en gran parte por no incorporar a pueblos y nacionalidades indígenas”.
Al ex presidente no le importó la Constitución
Acosta aborda así la discrepancia entre la cultura indígena y el pensamiento colonial de los gobernantes europeos. Después de todo, no estaban interesados, ni entonces ni ahora, en conocer el modo de vida de los pueblos lejanos, y mucho menos en respetarlos. Antiguamente las órdenes para la supresión de formas de vida locales y la explotación de materias primas provenían de las casas reales, hoy en día de industrias que están en alianza con los Estados nacionales. Éstos, a su vez, se basan en textos como los de la Constitución…
Característico por el hecho de que el Sumak Kawsay no puede ser puesto en práctica tan fácilmente por un estado como Ecuador, cuyo modelo económico se basa en la exportación de materias primas, es la Ley Minera que entró en vigor pocos meses después de la adopción de la nueva constitución. Permitió la construcción de grandes minas de metal (como las de Río Blanco, ver texto principal) y por lo tanto corresponde al patrón capitalista de explotación.
Claro, en la Constitución está escrito: “Decidimos construir una nueva forma de convivencia ciudadana, en diversidad y armonía con la naturaleza, para alcanzar el Buen Vivir, el Sumak Kawsay”. Pero Rafael Correa, el autodenominado líder de la Revolución Ciudadana durante sus diez años de presidencia (2007-2017), dijo entonces a los opositores de la minería: “Siempre dije que el mayor peligro para nuestro proyecto político, una vez derrotada en las urnas la derecha política, era y es el izquierdismo, ecologismo e indigenismo infantil”.
Alberto Acosta, que fue brevemente jefe del Ministerio de Energía y Minas bajo el mando de Correa, se distanciaría cada vez más de su antiguo compañero. Vio que el economista Correa sólo aceptó la Constitución con una actitud reticente y que en realidad era partidario de la economía de mercado basada en el modelo occidental.
Acosta, por su parte, no ha perdido la confianza en el poder transformador del Sumak Kawsay. “El Buen Vivir plantea una transformación civilizatoria al ser -al menos- biocéntrica, ya no más antropocéntrica”, escribe en su ensayo. “A su vez, es una oportunidad para que nuestras sociedades aprendan de ‘el otro’ en un importante ejercicio de alteridad, asumiendo una convivencia democrática y equitativa, en donde la armonía rija las relaciones humanas y con la Naturaleza. Es decir, la interculturalidad como fundamento de la plurinacionalidad”.
Autor: Romano Paganini
Foto principal: Proyectos con un fuerte impacto ambiental, en contradicción con los derechos de la naturaleza, desde el 2008 respaldados por la Constitución del Estado: estampillas Ecuatorianas.(mutantia.ch)