Ensayo

 

Desconexión masculino

La pérdida del contacto con la naturaleza provocó la pérdida con lo femenino.
Un intento a acercarse al por qué de estos hechos.*

 

20 de noviembre de 2019, Quito. – “Él me obligó a tener sexo oral. Le dije una y otra vez que yo no quería y que pare. Traté de alejarme de él, pero quizá no insistí lo suficiente. Ahí renuncié. Eso fue lo más grave porque luego él pudo hacer lo mismo con muchas otras mujeres. Las personas que renuncian después se sienten de alguna manera culpables”.

Eso decía Lucia Evans en octubre del 2017 a la revista The New Yorker. Él es Harvey Weinstein. El productor de cine abusó durante décadas de varias mujeres, entre ellas la candidata a actriz Lucía Evans. Con sus manos. Con su boca. Con su pene. Y contra su voluntad. La historia de Lucía Evans dio pie al movimiento #MeToo (#YoTambién), cuyas demandas por violencia de género han repercutido en docenas de países. Como la previa del #MeToo, en América Latina se conoce el #VivasNosQueremos (Ecuador) o la #OlaVerde (Argentina).

 

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En La Paz, Bolivia, Julieta Paredes escribió hace unos años un texto cuyo tono recuerda mucho a las descripciones de Lucia Evans. Lo que hizo fue comparar la situación de violencia que viven las mujeres con los pueblos originarios indígenas, y a los hombres con los opresores coloniales victimarios. “Podemos decir”, escribe Paredes, “que la penetración colonial puede evocar un acto de penetración coital como imagen de violencia sexual, de invasión colonial. No decimos con esto que toda penetración coital o penetración sexual en general sea necesariamente violenta […] pero la violación de nuestros cuerpos ninguna mujer la deseamos y la invasión colonial ningún pueblo la quiere”.

Julieta Paredes no ve diferencias entre la violencia hacia los cuerpos femeninos y la opresión violenta del antiguo Virreinato del Perú, por un lado, y empresas extractivas y políticos corruptos de hoy, por otro. “El patriarcado es el sistema de todas las opresiones, todas las explotaciones y todas las violencias y discriminaciones que vive la humanidad y la naturaleza: un sistema históricamente construido sobre el cuerpo sexuado de las mujeres”.

Con esto la escritora y cantante cuestiona un paradigma cuya influencia dentro de la discusión #MeToo cobró poca importancia: las estructuras opresivas patriarcales en nuestras vidas cotidianas. Comparando con #VivasNosQueremos o la #OlaVerde, que se destacan por su consciencia ambiental y social, #MeToo tiene que abrir su frente a las crisis económicas, ambientales y sociales que se han instalado en el planeta, y que guardan una estrecha relación con los problemas de violencia de género. Solo así el movimiento puede aglomerar a otros movimientos que se están formando como FridaysforFuture o Extinción Rebelion, que al final tienen el mismo origen -urbano y del norte global- y apuntan a direcciones parecidas. Sin ampliar la idea de lo que significa #YoTambién no se va a comprender los argumentos de Julieta Paredes. Porque la violación de la Tierra, al parecer, sólo se registra en regiones donde l@s habitant@s todavía mantienen la conciencia de que el humano depende del planeta. Y no al revés.  

 

Europa se puso la corona de la creación, con actitudes ausentes de empatía, espiritualidad o consciencia ambiental.

 

Muchas veces se ha intentado negar o disimular este simple hecho. Uno de los últimos intentos contundentes fue a mitad del siglo XVII, cuando el racionalista francés René Descartes (1596-1650), con su lema Pienso, luego existo, desarmó la relación entre pensamiento y cuerpo, puso una cuña entre humano y naturaleza. Su objetivo: una ciencia “práctica en virtud de la cual, conociendo la fuerza y las acciones del fuego, del aire, de los astros, de los cielos y de todos los demás cuerpos que nos rodean con tanta precisión, como conocemos de los diferentes oficios de nuestros artesanos, podríamos aprovecharlos de la misma manera en todos los usos para los cuales son apropiados, y convertirnos, de este modo, en dueños y poseedores de la naturaleza”. (1) Harvey Weinstein intento lo mismo un par de años atrás: hacerse dueño y poseedor de Lucia Evans. 

En los siguientes siglos, Europa se puso la corona de la creación, con actitudes ausentes de empatía, espiritualidad o consciencia ambiental. L@s que estaban en el poder no solamente mandaron a penetrar los pueblos y culturas de África y América, sino también a sus bosques, campos y aguas en la propia Tierra. Irrumpieron, desmontaron, exploraron, fumigaron, violaron y esclavizaron como si no existiese un mañana.

 

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Ejemplos de violencias contra la mujer o el planeta hay más que suficientes, tanto de Europa y América Latina como de otros continentes. Y las lógicas se repiten: primero hay una relación de poder en donde el más poderoso aprovecha su posición, y después las estructuras hegemónicas dificultan que este abuso sea politizado. En el caso de Lucia Evans y Harvey Weinstein son cuestiones del cuerpo humano, en el caso de los recursos naturales es el cuerpo planeta. El patriarcado, que alguna vez estuvo limitado a la “dominación de los padres”, desde hace mucho tiempo se ha extendido a la dominación de los esposos, de los jefes masculinos o de los líderes en política y economía (2). ¿Crisis? ¡Por supuesto! Pero no tiene que ver con el género en sí, sino con el desacoplo con la naturaleza, la negación de lo femenino y, por lo tanto, del pervertimiento de lo masculino. Un niño no sale con una Kaláshnikov o con un pedazo de oro del útero de su mamá ni pide ser gerente de Chevron. Primero quiere el pecho de la naturaleza. También eso es un simple hecho.

En continentes híper-industrializados como Europa o en ciudades como Quito, no es fácil reconocer eso. La percepción cartesiana ya se ha metido profundamente en los cuerpos de l@s habitant@s y, por lo tanto, es difícil darse cuenta de la dependencia humana de los bosques, campos y aguas. Urbanizados hasta los huesos y digitalizados hasta el pelo, lo intuitivo –tanto en la mujer como en el hombre- quedó en el camino. El contacto con la tierra y sus ciclos se ha perdido, igual que el saber popular sobre el crecimiento de una planta. ¿O algún citadino sepa cuánto tiempo necesita un tomate para madurar? El ritmo de la vida cotidiana, sobre todo en las grandes urbes, donde hoy en día vive la mayoría de la humanidad, no se define por las estaciones, ni por los tiempos de siembra y de cosecha, ni por el viento, ni por las lluvias. El dictado viene del horario de los trenes y buses, de los mensajes de WhatsApp y del ingreso a fin de mes, quiere decir: de la industria. Y ella no tiene noción del cuidado ni de sensibilidades. Sigue a la lógica colonial-patriarcal, quiere decir: al crecimiento económico y al acceso al poder.

 

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Lucia Evans renunció a la lucha contra Harvey Weinstein, un hombre mucho más grande y pesado que ella. Fue lo que más la humilló. El patriarcado desplegó una vez más toda su influencia.    

Hasta que empezó a girar la piedra del #MeToo, sumándoselo al #VivasNosQueremos y a la #OlaVerde en America Latina. Las mujeres están levantándose, al igual que l@s campesin@s, las comunidades indígenas, l@s trabajador@s, l@s lumpen proletari@s o l@s protector@s de la tierra. Se puede decir que los nadies, como lo determinó el escritor uruguayo Eduardo Galeano, l@s que no fueron vistos ni escuchados ni considerados una y otra vez, los nadies, están haciendo ruido. Y para que se agriete más el sistema imperante, la solidaridad entre estos nadies es indispensable.

Viendo los acontecimientos en el planeta durante los últimos meses, es un buen momento para unir fuerzas. No solamente para pronunciarse en contra del patriarcado, sino a favor de otra forma de (con)vivir y en donde lo femenino tenga su espacio.

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Leyendas:

(1) – Ulrich Grober: „Die Entdeckung der Nachhaltigkeit“ – Kunstmann

(2) – Maria Mies: „Patriarchat und Kapital“ – Rotpunktverlag 

*Este texto es una traducción del alemán y fue primero publicado en Europa.

 

Texto: Romano Paganini

Ilustración: Julï Lesage