Hace un mes, parte de la costa ecuatoriana volvió a inundarse. No es inusual. Sin embargo, los habitantes fueron sorprendidos por la fuerza del mar. Visita a uno de los lugares afectados.
Estero de Plátano, Ecuador – Para llevar un barco de pesca desde el mar hasta su guardería en la orilla, se necesita la unión de fuerzas. Así, los seis hombres y un niño empujan juntos la barcaza, de cinco metros de largo y un metro y medio de ancho, paso a paso a través de la playa hasta su lugar. El barco de madera rueda sobre varios troncos hasta que la proa cae en la arena por delante. Luego los hombres la levantan, la apoyan de nuevo sobre los troncos y el empuje comienza de nuevo.
Los pescadores de Estero de Plátano, una aldea en la costa norte del Pacífico ecuatoriano, terminan su trabajo empacando las redes. La pesca de hoy salió más o menos bien: unas corvinas, unos pargos y unos pulpos.
Justo al lado del estacionamiento hay una docena de cruces de hierro y cemento, apoyadas en un alambrado de púas. Algunas están lavadas o destruidas, sólo unas pocas todavía llevan nombres y datos. Una de las cruces quedó a la intemperie después de los últimos oleajes, entre el 21 y el 23 de diciembre de 2018. Todavía yace en el suelo entre piedras y arena. El pescador al que preguntamos por el cementerio improvisado frente a la playa, nos responde lacónicamente:
Tenían calor y se fueron a bañar.
De hecho, el cementerio de Estero de Plátano se ha vuelto acuático. Durante décadas, el agua salada ha arrastrado al océano los cuerpos de unos 200 difuntos.
El último testigo en forma de una lápida blanca: El cementerio antiguo de Estero de Plátano no esta más. En el fondo se ve la casa del terrateniente europeo, supuestamente Francés. FOTO: mutantia.ch
Estero de Plátano está ubicado en uno de los puntos más occidentales del Ecuador. Pocos lugares en el país están tan expuestos a la fuerza del Pacífico. Aquí no hay bahía, ni muelles, ni rompeolas. Por eso el lugar es tan popular entre los surfistas. El cementerio local se encontraba entre el pueblo y los barcos de pesca, en un promontorio. Un promontorio que hoy en día no existe más. Lo único que nos recuerda al lugar conmemorativo, es una última tumba blanca que se encuentra al filo de la ladera. Los que se quieren acercar allí deben atravesar la propiedad de un francés. Hace años, así se cuenta, compró tierra aquí.
Váyanse a visitar, aconseja uno de los pescadores,
el hombre esta mayor y busca compradores.
El camino a la casa del francés pasa por un bosque pequeño, a través de escaleras naturales. Hace calor y el aire húmedo convirtió las hojas del suelo en resbaladizas.
¿Será por el cambio climático que el hombre quiere vender? Pero no logramos hacerle la pregunta. Aunque llegamos al parque bien cuidado, que no tiene nada que ver con la realidad del pueblo, apenas aplaudimos para anunciar nuestra visita, oímos ladrar a varios perros. Primero salió un joven dálmata, luego dos pequeños ladradores, y finalmente el macho de la casa: un anciano mestizo con bigote gris y dientes regañados.
Por razones de seguridad dejamos el parque y bajamos a la lápida blanca. Orgullosamente está de pie, decorada con una rosa de plástico roja que alguien ha amarrado con alambre. La tumba está abierta, los huesos quisaz ya no están. Pero el testigo en blanco ha permanecido.
El testigo de una época turbulenta.
“El nivel de mar en el Ecuador disminuye”
Cambio climático. Es una de las expresiones más utilizadas para resumir las crisis de nuestro tiempo. Hay quienes lo niegan, otros que lo prueban científicamente y algunos terceros que lo aprovechan. Y luego está el mar, como un enorme regulador del planeta Tierra, cuya temperatura puede desencadenar grandes tormentas o incluso huracanes, aunque su incremento sea pequeño.
A nivel mundial, así dicen los investigadores del clima, los mares hoy en día están 17 centímetros más altos que a principios del siglo XX. Un desarrollo que continuará. Debido a los gases de efecto invernadero emitidos desde el inicio de la era industrial, al derretimiento de los glaciares y de los cascos polares asociado con esto, los expertos esperan que el nivel del mar aumente entre 50 centímetros y dos metros en los próximos ochenta años. Eso sería la desaparición literal de pueblos y aldeas como Estero de Plátano.
Nos dirigimos al Instituto Oceanográfico de la Armada Ecuatoriana y preguntamos: ¿Ha subido el nivel del mar también en la costa de Ecuador? Sorprendentemente, nos dicen: “No, al contrario. Según información satelital, la tendencia del nivel del mar es disminuir”. Similar respuesta proviene del Centro Internacional para la Investigación del Fenómeno de
El Niño (CIIFEN) con sede en la ciudad costera de Guayaquil. Según Juan José Nieto, jefe de Servicios Climáticos, en el Ecuador no se han observado cambios en el nivel del mar en los últimos cincuenta años.
El malecón del pequeño pueblo en la orilla del Pacífico Ecuatoriano: Pescador Daniel Guerrero Delgado espera, que el gobierno construye un muro para detener las olas. FOTO: mutantia.ch
De vuelta en la playa del Estero de Plátano nos encontramos con Daniel Guerrero Delgado, un robusto pescador, que lleva la camiseta de la selección holandesa puesta, la cara trazada por el viento, el sol y el agua salada. Guerrero es delegado de la asociación local de pescadores y acaba de regresar del trabajo. Descalzo nos muestra el malecón. O mejor: lo que quedo de él. La calle está rota, los trozos de hormigón yacen, como bloques de juego infantil, entre los escombros arrastrados y la escalera se encuentra caída en diagonal al malecón. Aquí se impuso el mar y Daniel Guerrero parece un poco desconcertado cuando habla de ello. En los años setenta esto había comenzado, cuenta, la playa se había vuelto cada vez más pequeña, las mareas más fuertes, el cementerio reduciéndose. Los oleajes de diciembre fueron sólo algunos de muchos. “Ni un solo difunto yace allí”, dice, señalando el promontorio desaparecido, “el mar se los ha llevado a todos”.
Por lo tanto, hace quince años, los habitantes decidieron construir un nuevo cementerio en las afueras del pueblo, en el camino hacia el interior. Ellos mismos se quedaron donde el agua choca sin control con la tierra y, dependiendo de las olas, llega hasta sus casas. “Vivimos con este fenómeno”, dice Daniel Guerrero. “Al mal tiempo hay que dar buena cara”. Ahora espera el apoyo del gobierno y de las ONGs, “porque un muro bien construido podría aliviar el problema”.
Las urbanizaciones de la costa
Muros en lugar de playas, murallas en lugar de rocas: eso es lo que otros también quieren. El ejemplo reciente más destacado es el de Japón. Después del tsunami de 2011, se construyó un muro de protección
de 400 kilómetros de largo y 14 metros de alto. De este modo, se espera un daño menor con la próxima gran ola.
Pero para el guayaquileño Juan José Nieto, investigador de
El Niño, este es un enfoque equivocado. “Cuando se construye un muelle, un puerto o un muro en el mar o cerca de sus orillas, perturbo la entrada y salida natural de arena y sedimentos. Este material se deposita en otro lugar, afectando el equilibrio de la playa y la región costera”. A menudo se culpa a la naturaleza por el impacto de los oleajes, dice Nieto, pero la urbanización de las costas es uno de los factores más importantes a considerar en el análisis, pues la zona costera se vuelve más vulnerable. “Simplemente falta una planificación adecuada de las urbanizaciones”.
Nieto no lo dice, pero señala que los efectos de los oleajes de diciembre también pueden atribuirse a la alteración del ecosistema, sobre todo a la urbanización de la costa.
Olas desde otra dirección
Diferentes factores desencadenaron los oleajes antes de navidad, pero no estuvieron relacionados con la erupción volcánica y el posterior tsunami en Java y Sumatra, como se especuló inicialmente.
Para comprender mejor el fenómeno de los oleajes es importante saber que el noventa por ciento de las olas que azotan la costa ecuatoriana provienen del suroeste. En el caso de los oleajes mencionados, sin embargo, procedían del noroeste, es decir, de una dirección no habitual para los depósitos de sedimentos. Como posible razón, Juan José Nieto menciona las tormentas tropicales en las costas de México, causadas por el aumento de la temperatura del mar. Además, hubo luna llena y los tres cuerpos celestes Sol, Luna y Tierra estaban alineados. “Fue esta combinación”, dice Nieto, “que fomentó la fuerza de las mareas, sumado a las olas del norte, lo que permitió que las olas rompieran más adentro que lo acostumbrado en otros días”.
“Tenían calor y se fueron a bañar”. Restos del cementerio antiguo, apoyado en un alambra de púas frente a la playa de Estero de Plátano. FOTO: mutantia.ch
El clima. Es complejo cuando se lo mira de cerca. El pescador Daniel Guerrero, de Estero de Plátano, no puede explicar exactamente lo que ha estado sucediendo en su lugar de trabajo y residencia durante las últimas décadas. Aunque también habla del cambio climático, no considera a los seres humanos responsables, sino a la naturaleza. “Dios Todopoderoso”, piensa, “va hacer cambiar las cosas más adelante”.
Tres semanas después de nuestra visita, parte de la costa ecuatoriana fue afectada
por fuertes lluvias, más de cien casas resultaron inundadas. Además, la Armada Ecuatoriana ha estado advirtiendo, como lo suele hacer dos veces a la semana, sobre
el aumento de las olas desde la semana pasada – y encima, pasamos de nuevo una luna llena.
Durante nuestra conversación, el investigador Nieto señaló que un pequeño El Niño podría desarrollarse debido a las temperaturas cálidas del agua en el Pacífico. Posibles consecuencias serían fuertes lluvias en Ecuador, Perú, Bolivia y el norte de Chile; y sequía en Colombia, Venezuela y el Caribe. Igual, destaca que lo de las lluvias es difícil de predecir, también porque la atmósfera aún no da señales de responder al calentamiento del Océano.
La temperatura en el Pacífico hoy en día es de 0,6 grados Celsius por encima de lo normal. Esta pequeña diferencia de temperatura en el mar puede tener consecuencias impredecibles para el clima del Planeta.
Texto: Romano Paganini
Foto principal: El océano pacífico y sus oleajes: Hace quince años el cementerio oficial de Estero de Plátano fue construido en las afueras del pueblo, camino hacía el interior. (mutantia.ch)