Los incendios en la selva amazónica ya llevan un mes. Y aunque todavía se desconocen los efectos a largo plazo de esta catástrofe, de algo no cabe dudas: los fuegos en Brasil, Bolivia y Paraguay servirán a la industria ganadera, a los cocaleros y a la clase media china.
4 de septiembre de 2019 – Luis Pardo López pasó cinco días seguidos en los incendios alrededor de Chiquitanía, en el sureste de Bolivia. El dueño de una empresa de confecciones de trajes masculinos de Cochabamba es uno de los miles de voluntarios que en los últimos días se han movilizado para combatir los incendios forestales de su tierra. No querían esperar la ayuda del gobierno ni confiaban en que llegara de verdad. Porque, en definitiva, los incendios se han producido desde principios de agosto y el gobierno central no ha tomado ninguna medida durante más de dos semanas. Y a pesar del pedido desde la sociedad civil, de declararlo como desastre ambiental, que permitiera el ingreso de ayuda internacional, hasta ahora el gobierno de Evo Morales se niega a esta opción.
Los fuegos no solamente arden en los bosques del Amazonas sino también en el Gran Chaco, un área árida de cientos de kilómetros cuadrados que se extiende desde Argentina hasta Paraguay y Bolivia. Chiquitanía, en el departamento de Santa Cruz, es parte de la frontera con Brasil.
Más de un millon de hectáreas de tierra se han quemado hasta ahora. Eso equivale a la superficie de toda la Provincia de Loja, Ecuador. Pero los efectos, tanto a nivel local como del planeta, recién se podrán estimar en unas semanas, ya que muchos focos de fuego aún no se han extinguido. Algunos arden hace tiempo, otros se han añadido durante los últimos días. “El caos actual”, explica Luis Pardo en un mensaje de WhatsApp, “se aprovecha para provocar más incendios”.
Durante los trabajos de extinción de las llamas, el joven de 33 años y sus treinta compañeros encontraron llantas viejas y troncos quemados, colocados a cada veinte o veinticinco metros: indicaciones de quema intencionada. “Debemos informar al público de este desastre”, dice Pardo, cansado de la misión nocturna. “Quiero que la gente sepa lo que está pasando en mi país”.
Carpinchos y tapires carbonizados
Lo mismo quieren los estudiantes de ciencias de la comunicación de la Universidad de Cochabamba. Como en otras partes del país, ellas y otros voluntarios organizaron un grupo de WhatsApp: con bomberos, veterinarios, amas de casa, periodistas y activistas. Varias de ellas son madres jóvenes y por lo tanto no pueden viajar a la zona de crisis. En el chat se habla de suministros de socorro, guantes, máscaras faciales, botas, agua potable y alimentos. Y aunque por momentos parece caótico, el WhatsApp permite a la sociedad civil una comunicación rápida entre ciudad y campo, entre los centros de abastecimiento y los incendios. Ademas demuestra la voluntad incondicionada de la sociedad civil.
Cada día entran nuevas fotos y videos al canal: de carpinchos y tapires carbonizados, de voluntarios que dan agua a animales sobrevivientes y de bomberos apagando incendios. La policía de la Chiquitanía arrestó a fines de agosto a al menos dos hombres que trataron de chaquear con gasolina y llantas viejas. Según el comandante de la policía, los hombres habían perdido el control del incendio. Como en otras partes del país.
Solo entre 2000 y 2013 se han quemado 32 millones de hectáreas en toda Bolivia, principalmente para la ganadería y la agricultura.
Es difícil cuantificar el cálculo que hay detrás de los incendios, ya que los chaqueos suelen realizarse durante esta época del año. Pero Evo Morales los incentivó con un decreto que permite la “quema controlada” para acceder a nuevas tierras agrícolas en Beni y Santa Cruz, o sea: en los departamentos, que principalmente se ven afectados por los incendios. “Tenemos la tarea y la misión que Bolivia crezca económicamente, no sólo en base a los recursos naturales no renovables, sino también en base al tema agropecuario”, dijo Morales en julio. Además, planteó a los ganaderos construir frigoríficos modernos para garantizar la exportación de carne boliviana al mundo, específicamente a China.
El presidente del Instituto Boliviano de Comercio Exterior dijo recientemente al portal en línea dialogochino.net que en 2020 Bolivia estará vendiendo 150 millones de dólares solamente por la exportación de carne. “Sin embargo, la proyección es pasar de un hato ganadero de 10 millones de cabezas a 17 millones de cabezas en 10 años”. Según las metas del Plan de Desarrollo Pecuario 2020-2030 presentado por los ganaderos de Bolivia a inicios del 2019, habría que aumentar la superficie de ganadería en el país de 13 millones de hectáreas -superficie actual- a 20 millones.
Chaquear es la forma más rápida, eficiente y barata para eso. Solo entre 2000 y 2013, así lo calculó la Fundación Amigos de la Naturaleza, se han quemado 32 millones de hectáreas en toda Bolivia, principalmente para la ganadería y la agricultura; un tercio fueron incendios forestales.
Los ganaderos bolivianos se sienten respaldados por la alta demanda de China, cuya clase media crece velozmente y exige de mayor superficie para sembrar y dejar pastar. Un acuerdo de exportación de soja entre los dos países fue firmado a finales de 2018 y recientemente, en abril de 2019, se firmó otro acuerdo para comercializar carne.
Además, el gigante asiático, hoy en día el financista más importante del país andino, se ha establecido en las tierras bajas de Bolivia con varios proyectos de infraestructura y de extractivismo, sobre todo de petróleo y gas. Uno de los responsables de este tipo de desarrollo: Evo Morales. Ya a mediados de 2015 anunció que quería seguir adelante con estos proyectos, inclusive en áreas protegidas. “Es una decisión sabia y responsable apoyar la decisión del Ejecutivo, no estar sometido ni a fundaciones, ni a ONGs y menos a algunas personas que mueven desde Europa o Estados Unidos (la resistencia a esas actividades)”, dijo el Mandatario en ese entonces.
¿Morales y Bolsonaro en la misma línea?
Sus palabras nos recuerdan a las del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, quien, tras el anuncio de Alemania y Noruega de suspender su apoyo financiero para proteger la Amazonia, dijo sucintamente: “¿Noruega no es aquella nación que mata ballenas allá arriba en el Polo Norte? Ellos no tienen ningún ejemplo para darnos. Que se queden con el dinero y ayuden a Angela Merkel a reforestar Alemania“.
A pesar del doble discurso de los gobiernos europeos -importando granos y carne de América Latina por un lado, donando dinero para la protección del Amazonas por otro-, y a pesar de que para la reconstrucción de Notre Dame en París después del incendio en abril se junto más que 850 Millones de Dólares en poco tiempo y para apoyar a la selva Amazónica los G7 solo ofrecieron unos 20 millones: rechazar ayuda internacional en tiempos de cambio climático como lo hacen los gobiernos brasileños y bolivianos parece una lucha de poder y demuestra la poca consciencia de parte del Estado.
“En algunos países hay una romantización muy fuerte sobre Evo Morales y el lo aprovecha: juega con la mirada colonial, que niega la posibilidad del carácter moderno-capitalista del indígena.”
Daniela Leytón Michovich, académica y activista, Bolivia
Evo Morales, el primer presidente indígena de América Latina, comenzó su mandato en 2006 como esperanza de todo un continente. Evo: el cocalero de Isallavi, una pequeña comunidad de los Aymaras en el suroeste del país. Hoy, el ex dirigente sindical está siendo comparado con el presidente de extrema derecha de su país vecino Brasil; ambos a quiénes la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica) lo acusó la semana pasada de genocidio ambiental.
La débil conexión entre Morales y la Pachamama se reveló hace unos días cuando se puso un overol y en un acto mediático fue a la Chiquitanía para extinguir algunos focos de incendio. Que durante una hora se perdió en el monte es una anécdota aparte. Pero que al día siguiente posó delante de las cámaras junto con el embajador chino celebrando la exportación de las primeras 24 toneladas de carne de Santa Cruz al Lejano Oriente, demuestra su dependencia con uno de los sectores más fuertes del país: la agroindustria y la ganadería.
Los pactos con las élites militares
A Daniela Leytón Michovich no le sorprende el comportamiento del presidente boliviano. La académica y activista boliviana destaca los diferentes rostros de Evo Morales: el rostro hacia afuera, Pachamamista indígena, y el rostro puertas adentro, que pacta con las élites militares y viejas élites del oriente boliviano, quienes con su silencio garantizan la gobernabilidad de la actual administración. “En algunos países hay una romantización muy fuerte sobre Morales y él lo aprovecha: juega con la mirada colonial, que niega la posibilidad del carácter moderno-capitalista del indígena.”En este sentido, la agenda política de Morales -explica Leytón- se concentra desde un principio en satisfacer las necesidades de sus sectores, en primer instancia los cocaleros. A través de andamiajes legales incentiva traslados de familias enteras, para re-poblar y ocupar zonas de frontera, parques nacionales y territorios indígenas”.
Emblemático es el caso Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS), ubicado en el centro del país. En 2011 Morales anunció la construcción de una autopista que hubiese abierto una franja directa entre Brasil y Perú, perforando el parque por el medio. Al final, y gracias a la fuerte oposición de las comunidades locales, se frenó el proyecto. Sin embargo consolidó lo que Morales queria, ya cuando era dirigente cocalero: acceder a estas tierras fértiles y ampliar los sembrios de coca. “Es que la coca desertifica los suelos”, explica Leytón, “entonces después de cierto tiempo la tierra ya no sirve y los cocaleros necesitan desplazarse a otros lugares”.
Agua para un sobreviviente: bomberos bolivianos en la zona afectada por los incendios.
En un mes y medio Bolivia elige un nuevo presidente y probablemente sea el viejo: Evo Morales, quién aspira a un cuarto mandato. Los votos de la élite aymara, minera y cocalera los tiene asegurados, dice Daniela Leytón Michovich, así como los de las elites ganaderas y productores de soja. “Los incendios sirven a ellos y al propio Morales”. Los grandes perdedores, por otro lado, son, una vez más, las poblaciones indígenas y campesinas que, según Leytón, serán expulsadas de sus territorios, como sucede hasta ahora. Ella calcula que“pronto se llevará a cabo la parcelación dentro de las zonas afectadas por los incendios con el pretexto de seguridad alimentaria”. Y aunque los suelos de la Chiquitanía no son muy fértiles, ya han llegado -al menos así cuentan testigos oculares que están en la zona- cocaleros interesados en comprar tierras.
Cabe destacar que en Santa Cruz los desmontes son legales desde 2001. Pero con el decreto de julio, emitido por Morales, ahora también se permite el desmonte en tierras comunitarias, o sea: tierras de comunidades indígenas.
Los intereses de los cocaleros
Finalmente, Leytón menciona la creciente producción de hojas de coca provenientes del Chapare en detrimento de la hoja tradicional de coca única apta para el consumo común, tradicionalmente masticada.
Establecer números al respecto es como leer la borra del café. Pero un estudio de 2017 revela que solo una pequeña parte de la población boliviana mastica coca y que para este consumo se requiere de 15’000 hectáreas de tierra cultivada. Sin embargo la superficie de sembríos de coca aprobada por el gobierno es de 22.000 hectáreas y según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, los cultivos que se lograron identificar alcanzan las 24.500 hectáreas. Entonces, ¿qué pasa con la diferencia? “Esa es la gran pregunta”, dice Leyton. “Juntos con la apertura de carreteras podemos imaginarnos la respuesta”.
Texto: Romano Paganini
Foto principal: En el fondo arden los bosques, en primer plano pastean las vacas: ya hay interesados en la compra de tierra en la Amazonia Boliviana. Todas las fotos de este articulo fueron tomadas por voluntarios dentro de la zona de crisis.