Desde que el paro nacional 2022 empezó hace nueve días, cientos de vecinas y vecinos alrededor de la capital ecuatoriana ayudan en cocinas comunitarias. También en el valle de Tumbaco, suburbio de Quito. De aquí salen diariamente cientos de desayunos, almuerzos y meriendas
para apoyar a las personas que se están manifestando en las calles.
21 de junio de 2022, Tumbaco. – “Salimos a la calle y ayudamos porque no queremos ser humillados”, dice una de las colaboradoras de la cocina comunitaria esta tarde en el valle de Tumbaco. “No tenemos miedo”. Las madres (y también algunos padres) que cocinan aquí se levantan todos los días a las cinco de la madrugada para empezar a preparar los desayunos. La jornada suele extenderse hasta la medianoche, momento en que las ollas se terminan de limpiar y organizar para el día siguiente.
Los cuatro mil a cinco mil desayunos, almuerzos y meriendas que otros voluntarios llevan en carro a los refugios de Quito son el resultado de una cadena de pequeños y grandes gestos solidarios. Jamás se verán la cara quienes cocinan y quienes agradecen la porción de comida, que quizás sea lo único que se han llevado a la boca en todo el día. Pero el vínculo social está.
A pesar de la armonía que se percibe en el lugar, las personas colaboradoras de esta cocina comunitaria vivieron también tensiones. La última fue el viernes pasado, quinto día de las protestas, cuando la Policía les quitó los jugos y los botó a la calle. A los platos y ollas, la fuerza pública lanzó gas pimienta. Ese día ninguna persona comió, la comida se echó a la basura. Prefieren no dar sus nombres ni revelar la ubicación exacta de la cocina para que no haya persecución, como se ha visto durante los últimos días en Tumbaco.
“Una vez que los atacantes se dispersaron, encontramos cartuchos de balas botadas a un lado de uno de los vehículos que quedó abandonado“.
Comunicado de comuneros, Tumbaco
Aquí, la situación subió de tensión por un tiroteo ocurrido la tarde de este martes, en el centro de Tumbaco. mutantia.ch tuvo acceso a un video que registra este hecho. Pero no es la primera vez en estos días. El otro tiroteo se registró la noche de ayer en la Ruta Viva.
En ese lugar, a la altura de la gasolinera PDV, un grupo de personas junto a agentes Metropolitanos habrían llegado cerca de las 19:45 con extintores, palas y armas de fuego para atacar a las personas que manifestaban. Hubo disparos hacia las y los protestantes que bloquearon la Ruta Viva. A esto se sumó dos vehículos que iban a alta velocidad en contra de los protestantes.
“Una vez que los atacantes se dispersaron, encontramos cartuchos de balas botadas a un lado de uno de los vehículos que quedó abandonado“, dice un comunicado emitido está tarde por comuneros de la zona. “Exigimos al Estado cumplir con su obligación de proteger los derechos y brindar todas las garantías de seguridad para el ejercicio del derecho a la protesta y la resistencia, y denunciamos la complicidad de la Policía Metropolitana”. Fiscalía abrio una investigación previa por presuntos actos de odio.
La cocina, un lugar para remendar el tejido social
Mientras en las calles se están intensificando los conflictos, en la cocina comunitaria se sigue cortando cebollas, cocinando arroz e hirviendo pollos enteros. Es un espacio de sustento material cargado de símbolos y gestos afectivos que alimentan también otras partes del ser. Son espacios seguros y abrigados de intercambio. Las conversaciones que se generan entre los olores de la cocina son livianas y apuntan a todo lo que nos es común. Se comparten rituales ancestrales del preparado, lavado y cocción de los alimentos. El fuego está presente. Son lugares en donde el gastado tejido social se empieza a remendar.
En su mayoría se sostiene con donaciones y aportes de personas de diversos sectores que se sienten invitadas a cuidar de quienes vienen desde lejos. Salir a las calles no es la única manera de manifestar el descontento social. Aportar con víveres, tiempo de cocina y distribución son maneras de construir lo colectivo por fuera de la narrativa dominante que condena el paro y lo reduce a una serie de actos vandálicos.
La cocina comunitaria le da un sentido profundo a la protesta. Sostener los cuerpos expuestos en la calle, requiere de varios esfuerzos que muchas veces permanecen invisibles. Ellas también funcionan como centro de acopio. Se reciben cobijas, ropa, artículos de higiene personal, entre otros, que se distribuyen entre quienes marchan y quienes sostienen la marcha desde los albergues: wawas y abuelos. Los alimentos llegan a los manifestantes y vienen cargados de una fuerza que trasciende las barreras económicas y etnológicas y desarticula los discursos de odio y segregación.
Texto: Martu Lasso
Fotos: Daniela Beltran B.
Edición y producción: Mayra Caiza & Romano Paganini