Hace más de dos semanas que la selva amazónica está en llamas, y en las ciudades nos enteramos recién. ¿Estrategia de parte del Estado o ignorancia de la ciudadanía? Sea como sea: Es momento de despertar. Porque de los bosques respiramos tod@s.
24 de agosto, Quito. – Más que 70’000 focos de incendio desde el principio del año, un aumento de 83% en comparación con el mismo período de 2018: Estos son los datos proporcionado por el Instituto Nacional de investigación espacial de Brasil, cuyo exdirector, Ricardo Galvao, fue despedido a principios de mes por el gobierno de Jair Bolsonaro, después de haber denunciado la veloz deforestación en la Amazonía brasileña.
Pero los fuegos de Brasil no son los únicos en el planeta que están ardiendo: arden las Islas Canarias, arde California, Colombia, Grecia, Portugal, Argelia y Siberia. Y aunque en muchos de estos lugares los incendios son recurrentes por la estación del año: a la velocidad que han llegado es tan preocupante como el comportamiento de gobiernos como los de Brasil, que sostiene que en el caso de la Amazonia fueron provocados por ONG’s.
Lo que el mandatario del país más grande de América Latina trata de ocultar son los intereses económicos que hay atrás de estos incendios: los intereses comerciales entre Brasil y China. Porque la superficie quemada -como ha pasado en el pasado- libera espacio a la producción agrícola, principalmente sojera y ganadero. Y como Estados Unidos, hasta ahora primer proveedor de soja para el gigante asiático, aumento los aranceles de exportación a China, Brasil es el primer reemplazante.
Llamado de socióloga ecuatoriana
En comparación con Brasil la superficie de la Amazonía ecuatoriana es pequeña. Pero el pulmón del mundo también aquí se está explotando: durante décadas con el caucho, después y hasta ahora con petróleo y gas. “Que ardan los gobiernos y no la Amazonía”, gritaron ayer los cientos de manifestantes frente a la embajada de Brasil en Quito. Exigieron al gobierno de Bolsonaro que declare la emergencia climática y que implemente una reparación ambiental en la Amazonía. Lo mismo pidieron después frente al Ministerio de Agricultura y Ganadería de Ecuador hacia donde la manifestación se dirigió.
El siguiente texto nos llegó anoche de Andrea Sempertegui. La socióloga ecuatoriana, actualmente viviendo en Estados Unidos, colabora con la Red de Mujeres Amazónicas en defensa de la Amazonía y en contra el extractivismo.
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Los incendios en la Amazonía no son espontáneos, son provocados. Son provocados no sólo por la acción de quemar lo anteriormente deforestado, si no por todo el imaginario que ha despojado a la Amazonía de su vida una y otra vez desde que se la llamó así. Por ese imaginario colonial y racista, como en el caso Ecuatoriano, que ha proyectado en el espacio amazónico sueños imperiales de grandeza convirtiéndolo en un “Dorado” eterno para ser dominado y expoliado. Expoliado y no explotado, porque la expoliación es la acción de apropiarse de un lugar para saquearlo de manera perversa. Y esta perversidad radica en que para saquear la canela, el caucho y el petróleo se ha intentado constantemente de eliminar a su gente y a sus conocimientos.
En la Amazonía no se están quemando solo árboles y animales. Se está destruyendo la vida de seres protectores y pueblos que nos enseñan sobre la existencia de estos seres si hacemos el más mínimo esfuerzo por escuchar. Pueblos como el Shuar, resistiendo por tantos años la colonización y ahora luchando en contra de la minería a gran escala en la Cordillera del Condor. Pueblos como el Waorani, sobreviviendo y resistiendo la época del caucho, ahora luchando en contra de la explotación petrolera en el Yasuní. Pueblos como el Kichwa, asentados en Pastaza y Napo luchando por visibilizar lo que significa la Kawsak Sacha (selva viviente) y defendiendo sus ríos como el Piatúa.
La voz de estos pueblos viene a Quito constantemente a través de sus representantes. Lamentablemente no siempre se la escucha, ni se la quiere escuchar, ni se la puede escuchar por la manera en la que hemos aprendido a ser indiferentes a estas voces (lo digo partiendo de mi educación blanca-mestiza). Es por esto que para reactivarnos colectivamente tenemos que desaprender lo que creemos que conocemos de la Amazonía, para aprender con estos pueblos que no se cansan de resistir la ocupación extractiva.
Que las energías de hoy, activadas por las noticias devastadoras sobre los incendios en la Amazonía en Brasil, se activen en solidaridad decolonial con los pueblos que alzan su voz para proteger la vida de la Kawsak Sacha. Si no aprendemos a escucharlos a ellos, no podemos escuchar realmente los chillidos de los animales quemándose ni los árboles calcinados derrumbándose, como escribe la feminista Valeria Canelas de Bolivia. “Lo increíble es que parece que nadie escucha”, destaca. “Nuestro cuerpo respira gracias a la selva. No hay progreso posible que justifique tanta muerte.”
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