En Ecuador tampoco se puede respirar

George Floyd en Estados Unidos, Adama Traoré en Francia, Andrés Padilla Delgado en Ecuador: los crímenes policiales en contra de afrodescendientes son sólo la punta del iceberg que esconde formas normalizadas del racismo en nuestras sociedades. Este se manifiesta en discriminación, violencia y estereotipos y sigue tan vigente en el Ecuador como en el resto del mundo. 

7 de junio de 2020, Quito – George Floyd murió después que el policía Derek Chauvin estuvo arrodillado más de ocho minutos sobre su cuello. Floyd, de 46 años, ya se encontraba en estado de inconsciencia cuando fue trasladado en una ambulancia hacia el hospital donde fue pronunciado muerto. Anteayer se realizó el primero de una serie de servicios conmemorativos en honor a Floyd, al tiempo que su asesino, el ahora ex-policía Derek Chauvin, enfrenta cargos de homicidio intencional sin premeditación. Los otros tres agentes de policía, involucrados en la muerte de Floyd el 25 de mayo, están siendo investigados por complicidad al permitir el exceso de su compañero. 

En los días posteriores se desataron en todo el país olas de protestas y manifestaciones, rechazando la brutalidad policial y los crímenes contra personas afroamericanas. Cientos de miles de manifestantes de todos los colores marcharon en mas que 140 ciudades de EE.UU, y se ha desplegado a las tropas de la Guardia Nacional en más de la mitad de los estados que conforman el país. Hasta la fecha murieron al menos siete personas por la represión de la Fuerza Publica.

Las cifras relacionadas con la violencia policial en contra de afroamerican@s no mienten: según la ONG Mapping Police Violence, sólo el año pasado murieron 1.098 personas en custodia de la policía estadounidense; 264 de ellos -casi un cuarto- fueron afroamerican@s, siendo solo el 12% de la población estadounidense. Lo que más llama la atención es que l@s afroamerican@s son dos veces más propensos a morir en custodia de la policía que otros grupos étnicos. Y aún más preocupante es saber que son 1,3 veces más propensos a ser asesinados sin estar armados, es decir: sin representar una amenaza letal durante sus detenciones.

 

Ecuador y el racismo sistémico

Igual que Estados Unidos, Ecuador tampoco es inocente. En estos días se recordó el asesinato de Andrés Padilla Delgado, aducido al cabo segundo de la policía, David Velasteguí, en el control policial de Mascarilla, una población ubicada Valle del Chota, en provincia de Imbabura. Los sucesos ocurridos el 23 de agosto de 2018 se contraponen entre las versiones de la defensa del policía y la familia del joven: la versión de la defensa del policía se basa en un informe ofrecido “con total cooperación” por Velasteguí horas después del supuesto enfrentamiento entre miembros del Grupo de Operaciones Especiales (GOE) y oficiales de la policía nacional con un grupo de personas de ascendencia afro, residentes de la zona. Según este informe Velastegui actuó en defensa propia disparando sin tener un objetivo fijo, y huyó de una turba que atentaba contra su vida. Sin embargo, los videos grabados demuestran que Andrés Padilla Delgado estaba corriendo en dirección contrario, alejándose de Velasteguí.    

 

El crimen en contra de Andrés Padilla Delgado es un
ejemplo dentro del racismo sistémico en el Ecuador.
Pero la discriminación va mas alla de la represión policial.

 

La versión de la familia de Padilla coincide y dice que Andrés fue asesinado por Velastegui con un disparo en la parte posterior de su cabeza. Además, han denunciado la intención de denigrar la imagen del joven con apelativos de ser un delincuente e incluso miembro de una banda de narcotraficantes. Su padre ha rendido versión para la revista Plan V, posterior a la muerte de Andrés, y ha sentenciado que se sienten “humillados e impotentes”. En el mismo artículo la hermana de Andrés, ha recalcado que “ya no es mi hermano, es un pueblo, somos todos los afroecuatorianos que nos sentimos afectados y vulnerables”.   

Velastegui fue declarado inocente en diciembre de 2019 tras un proceso de apelación judicial a la acusación de “extralimitación en un acto de servicio”. La defensa de la familia Padilla sostiene que todo el proceso se desarrolló de forma irregular desde el principio y ha sugerido un esfuerzo de encubrimiento del crimen por parte de las instituciones estatales y las instancias judiciales.

 

El extractivismos en territorios de afroecuatorianos

El crimen en contra de Andrés Padilla Delgado es un ejemplo dentro del racismo sistémico en el Ecuador, en los procesos judiciales. Pero la discriminación va mas alla de la represión policial. Se evidencia en informes como el de un Grupo de Trabajo de la UNO, publicado en diciembre 2019. Son recomendaciones para implementar y hacer cumplir leyes y políticas que protejan los derechos y terminen con la discriminación, exclusión y extrema pobreza que enfrenta la población afrodescendiente de Ecuador. Las cifras demuestran que a pesar de que la población afro en el Ecuador es del 7,2% un 40% de la misma vive en condiciones de pobreza. En la provincia de Esmeraldas siete de cada diez ciudadanos se identifican como afroecuatorianos, de los cuáles el 85% vive en pobreza. El 23% no puede acceder a servicios básicos, y el 15% es población analfabeta.

Otro elemento de análisis señala como “racismo ambiental” el uso de territorios ancestrales pertenecientes a afrodescendientes para la realización de actividades extractivas por parte de las contratistas y el estado ecuatoriano. Además, se ha señalado las fuertes afectaciones a la salud de las comunidades afrodescendientes que se han evidenciado en “terminan sufriendo enfermedades que incluyen erupciones cutáneas, infecciones genitales y otras enfermedades graves.” A inicios del pasado abril, por ejemplo, se manifestaron varias comunidades afros en el Canton San Lorenzo en el norte de Esmeraldas, que durante la cuarentena las actividades mineras han aumentado y por lo tanto los ríos -su única fuente de agua- se han contaminado aun mas. Asimismo el informe de la ONU se remite a la precariedad en el trabajo de los afroecuatorianos, por ejemplo en grandes plantaciones como es el caso de la industria japonesa de la hacienda Furukawa, dónde ya ha habido denuncias sobre las condiciones laborales semejantes a una “esclavitud moderna”.    

 

El racismo sistémico en el Ecuador sigue tan vigente y normalizado en la sociedad que todo el movimiento sobre Black Lives Matters (las vidas negras importan)
es una oportunidad para cuestionar las relaciones basadas en la idea de raza.

 

En Ecuador el racismo sistemático no se refiere solamente a los afrodescendientes -igual que en otros países de América Latina-, sino también a los pueblos y nacionalidades indígenas. Una de las evidencias recientes se observaba durante el Paro Nacional en octubre de 2019, cuando se registró una brutal represión de la Fuerza Publica que según Defensoria del Pueblo dejo un saldo de al menos once personas fallecidas.

Aunque en este contexto no se puede adjudicar a una reacción racista, que más bien se han definido como crímenes de lesa humanidad al atacar al corredor humanitario y centros de acogida humanitaria en las universidades, el Consejo Nacional para la Igualdad de Pueblos y Nacionalidades de Ecuador denunció un  “incremento peligroso de expresiones con alta carga de regionalismo, racismo, discriminación y odio” contra indígenas durante y después el paro de octubre 2019.

Quedará en la memoria de l@s ecuatorian@s las declaraciones de las élites y sus periodistas tales como: “que se queden en el páramo” o “indio cogido, indio preso”, expresadas y difundidas públicamente, y que incitan directamente a la discriminación contra la lucha y acción de un movimiento históricamente relevante en el Ecuador. El hecho de que no se han iniciado procesos judiciales contra los autores de dichas frases evidencia la impunidad de ciertos sectores. Más bien se han colado en la percepción de l@s ecuatorian@s como formas de desprestigiar la protesta del Movimiento Indígena por el hecho de ser “minoría”. Solo el 7% de la población total del Ecuador se ha autoidentificado como indígena. Y parte de esa baja cifra se debe a la negación de la propia comunidad, siendo oprimida, discriminada y explotada desde hace siglos, muchos prefieren no identificarse como indígenas. En otros países con presencia indígena, como los Estados Unidos, sucede un fenómeno similar. 

 

“I can’t breath” – “No puedo respirar”

La indignación por la muerte de Georg Floyd y la solidaridad con la comunidad afro han sido repercutidas a nivel mundial. La gente salió a las calles, repitiendo las ultimas palabras de Floyd: “I can’t breath” – “No puedo respirar”. Se han reportado manifestaciones en Toronto y Berlín, en Atenas y Zurich, y en las ciudades británicas Londres y Manchester se promovió la frase: Reino Unido no es inocente. Ademas, miles de personas recordaron en Francia a Adama Traoré, un joven de ascendencia afro que murió en 2016 bajo la custodia de la policía parisina. Las manifestaciones fueron fuertemente reprimidas, la policía ha disparado balas de goma y gases nocivos en las calles de las distintas ciudades, para disuadir y arrestar a los manifestantes. Se ha estimado la participación de 20.000 personas frente al Palacio de Justicia de Paris, y otros miles en otras ciudades de ese país, a pesar de que las manifestaciones están prohibidas. L@s manifestantes en Francia piden lo mismo que l@s de Estados Unidos o l@s de Brasil, otro país con registros altos de afrodescendientes asesinados por la policía, Según el análisis del Foro Brasileño de Seguridad Pública ocho de cada diez: justicia por lo ocurrido.        

En este contexto mucho se ha hablado sobre el trasfondo de la movilización social en solidaridad con el crimen contra Floyd, que rechaza los abusos policiales en relación con la población afrodescendiente. El hecho de que much@s de ell@s viven en condiciones de vulnerabilidad ha fomentado el estereotipo para la criminalidad. En Estados Unidos se habla del racismo sistémico que se basa históricamente en la discriminación racial, desde la esclavitud hasta nuestros días. Además -debido a estos estereotipos- se ha normalizado las expresiones de odio y la justificación de la violencia en contra de personas afroamerican@s.

 

Debemos reflexionar sobre el racismo en nuestras sociedades   

Ecuador ha establecido en los artículos 1 y 58 de la Constitución de 2008 que es un estado intercultural y plurinacional, que reconoce los derechos colectivos de los Pueblos Indígenas y Afrodescendientes. También, en el artículo 57 de la Carta Magna se garantiza el consentimiento libre, previo e informado, para las comunidades, pueblos y naciones previa cualquier intervención en su territorio.

Sin embargo el racismo sistémico en el Ecuador sigue tan vigente y normalizado en la sociedad que todo el movimiento global sobre Black Lives Matters (las vidas negras importan) es una oportunidad para cuestionar las relaciones basadas en la idea de raza que resultan obsoletas y promueven la violencia, la discriminación y los estereotipos de odio.

Si bien en la coyuntura actual a nivel mundial se ve un problema en las cifras de asesinato por la policía a personas afrodescendientes, también existe una fuerte reflexión acerca de los estereotipos que se han creado socialmente respecto a un@ indígena, un@ afrodescendiente o un@ inmigrante, causas de fondo que han unido a varios colectivos y organizaciones en Estados Unidos en pos de cuestionar al sistema como tal y los estereotipos relacionados con las “minorías”. Pero en realidad no se puede hablar de “minorías” y al mismo tiempo considerar a tod@s como ciudadan@s, con los mismos derechos, obligaciones y responsabilidades en su comunidad. Y tampoco se puede seguir ignorando que el racismo sigue siendo un problema que debe ser tratado a vivas voces en las sociedades.

 

Texto: Daniel Ramos

Colaboración: Emilio Bermeo y Romano Paganini

Ilustración: Tzantza

 

+ + + Trabajo colaborativo entre La Línea de Fuego, Acapana, Radio Periférik y mutantia.ch + + +