Navidad en Venezuela: una alegría suave en tiempos oscuros 

La crisis crónica de Venezuela cambio los parámetros de la fiesta navideña. Muchos miembros de las familias venezolanas viven fuera del, otrora, país más rico de América Latina. Y para l@s que se quedaron, el dinero apenas alcanza para vivir. Recorrido por un lugar que trata de encontrar algo de normalidad en las viejas tradiciones.

25 de diciembre de 2019, Mérida, Venezuela. –  La ruptura ocurrió hace dos años. Fue en 2017, cuando muchos niñ@s empezaron a pasar navidad sin sus mamas o papas, sin herman@s o abuel@s, sin prim@s o ti@s. Por la crisis agudizada much@s venezolan@s se vieron obligados a emigrar. Y perder la familia, esparcida en América Latina y otras partes del mundo, para ell@s es como perder la esencia de la Navidad. La periodista María Angélica Correa lo describió en ese momento, a través de una columna en el periódico El Tiempo: “Al llegar a casa, me sorprendió ver a lo lejos un balcón donde un arbolito con tímidas luces me recuerda que estoy en Navidad. Pero es que aquella palabra mágica, Feliz Navidad, ya no se escucha en este diciembre de 2017. Es extraño oírla, es extraño desearla porque hay tanta tristeza que decirla suena como un cinismo. Hay un silencio interno, una desesperanza.“ 

2017 – un año marcado por marchas y manifestaciones, en donde el Estado Venezolano respondió con violencia y desprecio hacia su pueblo. Si la piedra es la última razón de los pueblos, como decía el poeta francés Victor Hugo (1802-1885), podemos decir, parafraseándolo, que la violencia y la represión militar son la última razón de los potentes.

 

Más golpes que regalos

Hay que recordar estos meses del 2017 porque de ahí emerge esta Navidad sin colores que se vive hoy en día en Venezuela. Hemos visto el brazo represivo en acción, brazo del Estado amante de la paz en contra de manifestantes renombrados golpistas, o fascistas, y una protesta social etiquetada como terrorista. Mientras muchos ciudadanos tomaron la calle, expresando así una crítica en contra del poder, el Estado siguió derramando su veneno. ¿Cómo celebrar la Navidad con todo lo que ha ocurrido este año?: la escasez, la hiperinflación, y el desencadenamiento de violencia estatal y paramilitar. Fue el año de los golpes múltiples en contra la población. Probablemente, hubo más golpes que regalos. Las organizaciones locales de defensa de los Derechos Humanos recolectaron información que habla de al menos 47 acciones violentas en hogares venezolanos, en once distritos del país, y eso sólo entre abril y julio. En las calles, reinó el desorden.

Por estas razones, el 2017 es a la vez una aceleración de la crisis venezolana y una ruptura. Una ruptura frente a todo lo que ocurrió en el pasado. Este año dio a luz a una Navidad rara, marcada por la tristeza y el trauma de la violencia económica y militar.

 

A la música de los aguinaldos se suma la de las gaitas, que antes de Navidad se escuchan en todas comunidades venezolanas -dentro y fuera del país-
y que se relaciona directamente con Santa Claus. 

 

“Muchos no tienen para comprar los ingredientes del plato navideño”, dice Alexandra Dávila Barrios (52), oriunda de Libertador, Estado Mérida. “El poder adquisitivo se ha reducido y los precios son incontrolables. A veces, incluso, puede ser más económico comprar hallacas por unidad, que hacerlas”. Hallacas, envueltos de maíz con pasas, olivas, alcaparras, cerdo, pollo, carne guisada  y vegetales que se preparan para Noche Buena, y que junto con el pan de jamón, el pernil y la ensalada de gallina son plato típico para la Navidad venezolana. Al menos, para l@s que se pueden dar el lujo, de comprar estos ingredientes. “Cuando no hay apoyo desde el exterior”, dice Alexandra, “la cantidad del plato navideño se ve bastante reducida. Además, en muchos hogares la familia está incompleta porque varios miembros han migrado. Por eso el ambiente está un poco más apagado y la alegría no se siente tanto como antes.” Ella misma, madre de 3 hijas, tiene a sus dos hijas mayores en Perú, “en búsqueda de una mejor vida y con la intención de ayudar a la familia desde el exterior”.

También en Venezuela se celebra el nacimiento de Jesús: pesebre de la iglesia “Madre María de San José” Mene Mauroa, Estado Falcón.  FOTO: Carimar Barrientos.

Envueltos de maíz con pasas, olivas, alcaparras, cerdo, pollo, carne guisada  y vegetales: preparación familiar de las hallacas en Caracas, comida típica navideña en todo el país.                                                                      FOTO: Gabriel Vera

Una situación parecida vive Kathe Meléndez (31), de Barquisimeto al Norccidente del país. “La familia no está completa“, cuenta la comerciante. “Un@s han salido del país, otr@s simplemente no se pueden movilizar en estas navidades por no tener un vehículo o por falta de gasolina”. Como en muchos hogares hoy en día las navidades venezolanas y las fechas festivas siempre tienen una videollamada para aquellos que no están. “Es una herramienta que nos ayuda a estar cerca de aquellos que se encuentran lejos“, dice Kate. “A los más pequeños hay que contarles de esos familiares que no conocen o no recuerdan porque se fueron cuando eran pequeños…”

Son much@s, l@s venezolan@s que durante los últimos años se vieron obligado de migrar. La Organización Mundial de Migración habló en octubre 2019 de 4,5 millones de migrantes, equivalente a una octava parte de la población total de Venezuela. 

L@s que se quedaron, como Alexandra Dávila Barrios o Kathe Meléndez, se enfrentan a hechos comunes que se encuentra en todo el país: apenas tener suficiente para compartir con la familia y l@s amig@s. Las calles se han hecho más desoladas y la gente actúa en forma más egoísta. Antes, se podía visitar la casa del vecino, sin invitación previa para celebrar Navidad, beber y bailar. Hoy ya no es tan común. Si antes se podía hacer un regalo para cada persona, ahora es imposible. Lo que aún se sigue realizando es el intercambio de regalos, en forma del amig@ secreto. La Navidad, que antes era una bulla grande, se convirtió en una alegría suave, controlada y ligera.

 

La importancia de la música 

A lo largo de la historia de Venezuela, la herencia de la conquista y de la evangelización se mezcló con las tradiciones criollas, también con las de otras naciones, de forma tal que en el país se manejan códigos de Navidad comunes con otras naciones, más otras tradiciones propias de la identidad venezolana.

Hoy, la celebración de la Navidad se festeja con el rosario y los cantos religiosos y populares destinados al Niño Jesús. Venezuela pasó de la negación de su cultura a un proceso de afirmación, también gracias a la Navidad. Las identidades maracucha, andina, caraqueña, o de otras regiones de Venezuela, están llenas de acontecimientos culturales y musicales, rituales religiosos y gastronomía, dedicados a la celebración de la Navidad. Esta fiesta oscila entre la reproducción de algo nuevo -pero ajeno- que se implementó con la llegada de los europeos, y algo propio donde afirmamos una cultura y creencias venezolanas: quienes somos.

Según varios historiadores, es en el siglo IV que el imperio romano substituye una fiesta pagana en honor al sol por una fiesta religiosa que se hará hegemónica. En Venezuela, también, se celebra el nacimiento de Jesús en vez del sol. Existen una serie de rituales navideños que no se celebran en otros países, como por ejemplo La paradura del niño, que celebra los primeros pasos de Jesús. O Las misas de aguinaldo,  que se festejan entre el 16 y el 24 de diciembre, a las cinco de la madrugada, con cantos de parranda, y donde la gente de la comunidad lleva tequeños, dulces o café para compartir. El aguinaldo, propio de la Navidad, es a la vez una misa y un género musical y, a excepción de las Filipinas y las Islas Canarias, no se canta en otra parte del mundo. 

A la música de los aguinaldos se suma la de las gaitas, que antes de Navidad se escuchan en todas comunidades venezolanas -dentro y fuera del país- y que se relaciona directamente con Santa Claus. Aguinaldos, gaitas y parrandas son como la banda musical de la Navidad.

“Santa Claus, para esta Navidad quiero un robot transformer”: Carta de un niño nacido en Venezuela, que ahora vive en los Estados Unidos. FOTO: Carines Barrientos 

El especialista en música Afrocaribeña, Juan de Dios Martínez (1945-2005), sostiene que la gaita se inició como cantos de protesta de los esclavos negros en las haciendas del Sur del Lago de Maracaibo, al oeste del país. La alegría se levanta en noviembre con el cuatro, el furruco, las maracas y las tamboras: los instrumentos más importantes para tocar gaitas. Dan a las fiestas decembrinas, fuertemente marcadas por la religión y la celebración del nacimiento del Niño Jesús, una connotación pagana y africana y una rítmica que invita a bailar, a pasear por las calles, visitarse de casa en casa o a tocar juntos parrandas navideñas. 

Pero con la gaita ocurre lo mismo que con todo en la Venezuela del año 2019: todo está un poco más lento, un poco más tranquilo, un poco más apagado. Jorge Dávila Barrios (52), músico de Mérida y esposo de Alexandra, explica que por la emigración se redujeron los grupos gaiteros. “Se mantiene la cultura entre l@s que se quedan”, dice, “y yo trato de inculcar la música a mis hijas, para que no se rompa el hilo cultural”.

 

El exceso en Caracas, los apagones en otra parte

La cultura musical de Venezuela sigue viva, a pesar de la crisis crónica que vive el país. En cambio la cultura del consumo, encabezada por los anhelos al principal importador de bienes -Estados Unidos- se está agrietando. Lo que sigue presente en las mesas de navidad -dependiendo de la ayuda económica que reciban desde el extranjero- son las botellas de Coca Cola, también por la propaganda de la empresa estadounidense durante los últimos doce meses del año. 

Coca Cola, que en el primer semestre del 2019 ganó 4.285 millones de dólares, se vende como promotora de la bondad y de la solidaridad. Así lanzó el año pasado la campaña #SeamosSanta, como garantía de que, además de su cartera grande, tiene un gran corazón a disposición de la gente. Gracias a la propaganda por litros de Coca Cola, la fiesta se hizo más cargada en azúcar y valores consumistas. Así, las contradicciones en el otrora país más rico de América Latina siguen también en 2019. Por un lado, ahora hay de todo en los anaqueles -no como en el 2017-, pero, por otro lado, no se puede comprar debido a los precios inaccesibles, producto de la dolarización de la economía. Por un lado, hay un exceso de decoraciones eléctricas en algunas partes de Caracas; por otro, los apagones en el país han empeorado este año.

Todo un poco más tranquilo, un poco más apagado: Cota 905, barrio entre el Cementerio, el Paraíso y la Vega, Municipio Libertador, Caracas. FOTO: Gabriel Vera

Lo que l@s motiva es celebrar navidad para transmitir alegría y valores a l@s niñ@s y a la comunidad: Jorge Piñate e Ingrid Rodríguez, líderes comunitarios y trabajadores sociales en Cota 905, en Caracas. FOTO Gabriel Vera

Es por estas desigualdades que la gente acaba el año inventando y luchando. Se recicla más para hacer decoraciones de Navidad y en vez de comprar ropa nueva, por falta de dinero, se hace como antes: se arreglan. El reciclaje y la creatividad son indispensables para asegurar la sobrevivencia en el día-día venezolano. Además siguen las protestas, aunque no se difunden en los medios de comunicación.

Hay gente que no espera todo de Santa Claus y se puso a protestar. En octubre, por ejemplo, hubo dos días de ‘paro de l@s enfermer@s’, más una acción masiva en noviembre. L@s docentes, por su lado, exigen un sueldo mínimo de 600 dólares mensuales. Ambos sectores -educación y salud- piden que su sueldo sea pagado en dólares. Es como una condición mínima para poder respirar, más allá de si es Navidad o no.

En cambio, el Presidente Nicolás Maduro prometió medio petro (un poco menos de 30 dólares) adicional para pensionados y trabajadores públicos. Aquí estamos de nuevo con otro malentendido, uno de tantos: se habla de un sueldo digno, pero se responde con medio petro.

La fiesta de navidad es linda, claro, pero para el acceso a la salud, a la educación, al agua limpia y a la vida digna de l@s trabajadores en lucha, hay que recordar que no hay que esperar todo de un gordo vestido de rojo, mucho menos si se llama Nicolás … Hay que creer en nosotros, en nuestras capacidades colectivas para escribir la carta de las reivindicaciones, la carta de la esperanza para mejorar nuestras condiciones de vida.

 

Texto: Maxime Motard – Franco-Venezolano, profesor de idiomas y miembro fundador del proyecto social “Co-creando cambios sostenibles” en Mérida, Venezuela. El proyecto, que apenas esta empezando, trata de aportar soluciones sostenibles a los problemas que se afrontan en Venezuela, como la inseguridad alimentaria, los agrotóxicos o la pobreza. Mas información: cocreandocambiossostenibles.home.blog

Foto principal: “Santa volando sobre una barriada caraqueña”: A pesar de la crisis política, social y económica, los venezolanos se esfuerzan para no dejar morir el espíritu navideño (Gabriel Vera).