Una Venezuela oculta: semillas, siembra y comida

Desde hace años Venezuela está en crisis. Sin embargo, la Escuela Nómada Sostenible en las afueras de Mérida se ha visto poco afectada.  Sus fundadores ven la difícil situación del país como una oportunidad y se concentran en cosas más importantes: la siembra de alimentos, las buenas relaciones y la paz interior. 10 de julio 2019. – Cuando fines de abril llegaron los carros blindados a Caracas, Mari estaba sentada sobre una colchoneta finita, con los ojos cerrados, estirando los brazos hacia el cielo. Junto con media docena de otras personas, estaba haciendo yoga en el bosque, a pocos metros de su vivienda. Estaba en Mérida, ciudad del occidente del país, alejada del caos de la capital venezolana y a poca distancia de que los Andes se pierdan. Desde inicios del mes de abril, ella y su grupo se reúnen para practicar yoga. “De esta manera nos apoyamos mutuamente y promovemos tanto la espiritualidad como la salud física”, dice su página de Facebook. Durante semanas intentábamos establecer contacto con Mari y su pareja William, recientemente lo hemos logrado. Hubo electricidad e internet. “Como no hay línea fija en el área”, dice Mari, “tampoco tenemos conexión de banda ancha”. La antena que los conecta con el mundo exterior se encuentra en una montaña cercana y es bastante cara. Pudimos conversar con los dos a través de mensajes de Whats App, actualmente la única forma más o menos estable de comunicación con Venezuela. Inspiración desde Europa El Estado venezolano está al borde del colapso desde hace ya varios años. Los alimentos son escasos al igual que los medicamentos y los medios de transporte. Se encuentra algo de trabajo, pero el salario mensual no suele cubrir más que las necesidades de un solo día. El año pasado, el país registró una tasa de inflación de más de un millón por ciento. Quienes apoyan al gobierno pueden contar con una pequeña ración de alimentos. Los que no, dependen de sus amigos o parientes en el extranjero para que les envíen billetes de dólares a Venezuela. El resto cava en la basura, sufre hambre, huye o muere. O empieza a autoabastecerse y a trocar. Mari y William eligieron este camino, ya en 2010. Después de una década en Europa, regresaron a casa, primero a Maracaibo, luego a Mérida. Buscaban un lugar para radicarse y encontraron un basurero en el bosque. Allí, durante años, los deshechos, la chatarra y la basura se habían acumulado y a la pareja le pareció ideal. Ideal porque tenían experiencia en reconstruir. Empezaron a limpiar y ordenar, reciclar y reutilizar, palear, sembrar, plantar, compostar y, finalmente, construir su propia casa en parte con basura del basural, por ejemplo, con botellas de vidrio. Lo hicieron como muchos jóvenes de América Latina que no soportan más la bulla en las grandes ciudades: buscando ideas e inspiración en el movimiento de la permacultura. La teoría la encontraron en Internet, la práctica en talleres y en el ida-y-vuelta entre ensayo y error. “Ahora dirigimos esta escuela”, dicen los dos, “pero seguimos siendo estudiantes y lo seremos toda la vida”.
Uno de los principales objetivos de la Escuela Nómada Sostenible es la producción de alimentos: Mari (izquierda) removiendo la tierra, junto a una vecina.                                                                                             FOTO: Escuela Nómada Sostenible  El enfoque principal de su escuela es la producción de alimentos. “Por un lado, por el constante aumento de los precios, y por el otro, porque Venezuela prácticamente no tiene agricultura propia”, explica William. De hecho, Venezuela importó alimentos durante décadas, especialmente de los Estados Unidos, y lo convirtió en un país dependiente pese a que su tierra era increíblemente fértil. La economía dependía del petróleo. La producción y las exportaciones de este mineral representaron casi la totalidad de la producción económica del país. “En este sentido, la situación actual también es una oportunidad”, dice William, “no sólo para Venezuela”. Después de todo, muchas personas en todo el mundo se han acostumbrado a consumir alimentos industriales. “Y no es ningún secreto que este alimento es una de las causas de las enfermedades de nuestros tiempos”. Por eso la pareja se adhiere al principio de comprar sólo alimentos no procesados por razones de costo y salud. Entonces, en lugar de ganar dinero y luego comprar productos importados a precios excesivos, recogen frutas y verduras y siembran y cosechan de su tierra. Médicos que participan en el trueque Así mismo, Mari y William fueron sensibilizados por el nacimiento de su hija Maia Isabel hace cuatro años. La búsqueda de una vida en armonía con la naturaleza se ha fortalecido aún más, dice Mari. Y mientras la situación en Venezuela comenzaba a deteriorarse lentamente por los bajos precios del petróleo, la inflación y la persecución de miembros de la oposición, la familia también comenzó a participar en el cambeo de Mérida, el mercado local de trueque. El trueque fue parte del programa político de la Revolución Bolivariana en torno al difunto presidente Hugo Chávez (1954-2013) y ha existido en Mérida durante más de quince años. “Lo bueno del trueque es que conocemos las necesidades de nuestros vecinos”, dice Mari. En Mérida no solo se trueca comida, sino también ropa, zapatos y accesorios, así como también conocimientos y servicios. “Los veterinarios han venido a explicarnos, por ejemplo, cómo se puede esterilizar o proteger a los animales contra los parásitos”. Incluso médicos van a los mercados de trueque. “Todo el mundo se ayuda entre sí, de lo que pueden y saben”.
Lo que cumplió su ciclo se transforma: Mari recicló con calor un viejo disco en un bowl.     FOTO: Escuela Nómada Sostenible También lo hacen Mari y William. La tierra que han recuperado les ha sido entregada gratuitamente por el ministerio correspondiente. Ahí fundaron el “Centro demostrativo de vida sustentable” y, además de los cursos de yoga, imparten talleres sobre reciclaje, autoconstrucción, agroecología, medicina alternativa y educación. Su hija Maia recibe educación en casa, lo que no siempre es fácil debido a los proyectos paralelos. “La educación en el hogar lleva bastante tiempo”, dice Mari. Pero es la única manera en este momento. La pareja quiere que su hija conozca los principios de la vida sostenible y la autogestión. Son principios que Mari y William descubrieron y apreciaron en Europa. Primero en Amsterdam, Holanda, y luego en Berlín, Alemania. Allí tocaron música, a menudo en la calle, ocuparon casas o terrenos baldíos y vieron que la autogestión no sólo es parte de la cultura europea, sino que también es favorecida por la ley. Es la base de lo significa hoy en día sus vidas. Libre, gracias a la sostenibilidad Los viajes y los viajeros fueron un factor importante en la creación de la escuela. Los voluntarios vinieron de Argentina, Chile, México, pero también de Europa e incluso de Egipto. Eso va con lo que Mari y William quieren. “Lo que hemos aprendido aquí y en nuestros viajes sólo tiene sentido si lo transmitimos a los demás y lo compartimos con la comunidad”, dice William. La mejor manera de ser verdaderamente libres es lograr sostenibilidad en el conocimiento y en la tecnología. “Así podemos satisfacer nuestras necesidades primarias y ser independientes en la producción de alimentos, energía y vivienda”. Después de una década en el mismo lugar, la joven familia quiere seguir de viaje, de ahí el nombre Escuela Nómada Sostenible. Con un minibús, quieren llevar lo que han aprendido a las comunidades de Venezuela y desde allí más al sur, a lo mejor hasta Argentina. Hace unas semanas grabaron un pequeño video de promoción para este propósito (al final de este texto). Porque saben que no podrán empezar sin dinero. Y mientras en Caracas de repente vuelven los tiros y se intenta de nuevo un golpe de estado, mientras cientos de miles de venezolanos se van y millones esperan que la situación mejore, Mari y William continuarán con su misión de sostenibilidad, presumiblemente bajo el radar de aquellas fuerzas que buscan la exacerbación.
Texto: Romano Paganini Colaboración: Vicky Novillo Rameix,  Marizu Robledo, Lou Quintero Foto Principal: Han convertido un viejo basurero en las afueras de Mérida, Venezuela, en un pequeño paraíso: Mari y William con su hija Maia Isabel y uno de sus perros. (Escuela Nómada Sostenible)