Quitarse las cadenas del miedo

Explotación, intoxicación, persecución, amenazas: Los derechos de las y los trabajadores bananeros en el Ecuador se violan desde hace décadas. Recientemente se presentó una queja frente a la Unión Europea.  

“Nos tratan como animales”: Así lo afirma uno de los trabajadores bananeros en las afueras de Quevedo, el centro de la producción bananera en el Ecuador. El hombre habla en nombre de miles, o de cientos de miles de compañeras y compañeros que dependen de la producción de la fruta que más se exporta en el mundo: el banano. En el Ecuador 200.000 personas dependen directamente de la producción, 2 millones indirectamente. La mayoría de ellas y ellos soportan condiciones de trabajo inhumanas: jornadas de trabajo de 12 a 14 horas, sin contrato, ni pagos de sueldos mínimos y con maltrato de los administradores de las fincas. Además, todas y todos en alguna forma se encuentran expuestos a agrotóxicos, como el Mancozeb o el Paraquat, que en otras partes del planeta están prohibidos.

Los trabajadores bananeros han intentado organizarse. Durante los últimos años algunos incluso se han asociado a ASTAC, la Asociación Sindical de Trabajadores Agrícolas Bananeros y Campesinos. ASTAC es uno de los pocos sindicatos en el país que viene denunciando desde hace años la violación de derechos humanos y de la naturaleza en las plantaciones, tanto a nivel nacional como internacional. La última denuncia se hizo a fines de Marzo frente a la Unión Europea (UE) por incumplimiento del acuerdo comercial entre Colombia, Perú, Ecuador y la misma UE.

Las consecuencias para quienes cuestionan las estructuras imperantes en la producción bananera son impactantes: docenas de trabajadores que se han asociado a ASTAC fueron despedidos durante los últimos meses. Y Jorge Acosta, el coordinador del sindicato, recibió una amenaza de muerte. Pero con eso no fue suficiente: El pasado 18 de Abril Acosta recibió una notificación de la Fiscalía de Guayaquil, para que comparezca ante la denuncia de presunto delito de “pánico económico”. En otras palabras: El Estado trata de intimidar a un líder sindical a través de la ley.

Hay suficientes razones para temer los poderes económicos y políticos que ejercen esa fuerza contra los trabajadores: miedo a ser perseguido, miedo a perder el trabajo, miedo a no poder alimentar a su familia. Pero durante nuestra investigación también hemos encontrado trabajadores bananeros que no solo están enfrentando este miedo: se lo están quitando. Ellos no hacen nada más que exigir sus derechos. Como trabajadores, como ciudadanos, como humanos. Y lo hacen también en nombre de miles de otras personas que están esperando a que suceda un cambio en la industria agrícola del país. Pero eso solo se realiza en unión. O como lo decía el político alemán August Bebel (1840-1913): Trabajadores, ¡organícense! Solos no sois nada, unidos lo sois todo!

Este es un trabajo de colaboración entre mutantia.ch y la Tecla-r.